Crisis? What crisis? ¿Qué crisis? ¿Fue acaso una declaración política, la de los Supertramp, ante la situación económica de los setenta, anticipándose, en décadas, a las del siglo XXI, o un cuestionamiento de las propias limitaciones del sistema?

Hace unos diez años, con ocasión de la crisis económica y social de 2008, tuve oportunidad de redactar unas notas sobre una pintada que figuraba en la carretera de Les Rotes en Dénia, que decía, «algunos tenéis demasiado». La frase, impertinente para algunos, no dejaba de tener su razón. Mientras a unos les falta lo imprescindible, a otros les sobra lo innecesario.

El poeta Gil de Biedma, en su lenguaje poético, dejo escrita en «Apología y petición», una breve descripción de la situación en la que se encontraba España en aquellos momentos. La pobreza, según él, era un estado místico del hombre, y pedía que, al menos, fuera dueña de su historia.

Hoy las desigualdades excesivas no han sido totalmente corregidas y el Gobierno, central y autonómico, se enfrenta a la dificultad de abordar la situación sanitaria pero también económica de quienes tienen difícil subsistir.

Se trata de un reto al cual hacer frente, no solo por la crisis sanitaria, sino ante la necesaria recuperación posterior, económica y social. Y, en ambos casos, ante la necesidad de corregir el darwinismo social que suele acompañar a las crisis, los poderosos ganan, los débiles pierden.

Los inmigrantes, entre otros, antes apreciados por llevar a cabo las actividades menos deseadas, son mirados con desconfianza, como lo son, incluso, los propios residentes extranjeros llegados con el turismo, al encontrarlos en los centros de salud.

La crisis económica condujo a la ruina a quienes tomaron riesgos innecesarios, sin tener en cuenta que gran parte de su propia debilidad fue consecuencia de las expectativas excesivas que el sistema capitalista lleva consigo.

«Nada en exceso», acuñó hace siglos Sócrates, cuando hoy, ante la situación alarmante del planeta, llegan los Objetivos de Desarrollo Sostenible, para asegurar su supervivencia.

Pero la especulación no alcanzó sólo a particulares sino también a instituciones que, durante años, alentaron la burbuja económica, incrementando el endeudamiento general.

Y hoy el recurso de la solidaridad de la Unión Europea, se ve dificultado cuando los países más saneados recuerdan nuestras cifras.

Queda pendiente la salida con salud de la pandemia y también del atolladero económico ante el cual nos encontramos, pero habrá que analizar las responsabilidades contraidas por nuestras actuaciones en el pasado.

Pues la solidaridad debe recordarse no solo cuando la necesidad impera. Es el propio sistema el que debe ser corregido para evitar las crisis periódicas que hoy la pandemia agrava.

Es la oportunidad de superar los desequilibrios existentes para lograr que, como en la crisis actual, no solo salgan adelante los más fuertes sino también quienes no lo son.

Nos encontramos ante el cambio necesario. Se trata de apostar no únicamente por la supervivencia, sino de hacerlo por la convivencia.