En 2017, la Generalitat Valenciana y la Alianza para la Excelencia Turística publicaron conjuntamente un estudio sobre la significación del turismo en el territorio valenciano cuyas cifras resultan bien evidentes, a saber:

- 14,6% del total del PIB, 15.929 millones €.

- 15'1% del total del EMPLEO, 287.749 puestos de trabajo.

- 6'4% del total del GASTO PÚBLICO, 1.162 millones €.

- 13'3% del total de IMPUESTOS recaudados, 3.427 millones €.

Estas cifras, que han seguido en aumento hasta ahora, muestran una realidad próspera que exige una atenta mirada de los poderes públicos y de la ciudadanía tanto para mantenerla como para evitar aquellos efectos indeseados que el turismo ha venido aparejando, especialmente de orden medioambiental. La masiva llegada de visitantes propicia mareas de cemento que sepultan nuestro litoral, que congestionan sus accesos, que afean el paisaje que hemos vivido y que, por si fuera poco, suelen ser grandes homenajes a la ineficiencia y a la infrautilización fuera del periodo estival.

Frente a estos excesos, el modelo hotelero ofrece grandes ventajas por suponer una mínima ocupación de espacio con una maximización y desestacionalización considerable de la rentabilidad, a la vez que una importante generación de empleo estable y servicios de calidad. Hablemos claro: como amante de mi paisaje y de mi modo de vida, prefiero tener a los turistas concentrados en un hotel y gastándose dinero en bienes y servicios sujetos a tributación, antes que repartidos por las innumerables urbanizaciones insostenibles que ahora jalonan nuestras costas, o alojados en los numerosos apartamentos turísticos (muchas veces irregulares) que saturan nuestros centros urbanos y provocan la expulsión de su población originaria. El hotel es el sitio ideal para lograr la convivencia ordenada de los turistas con los autóctonos que estimamos seguir con nuestras actividades cotidianas con el mínimo de perturbaciones posible. Elemento de equilibrio, en suma.

Por ello es muy necesario atender las demandas formuladas por las asociaciones empresariales del sector hotelero, especialmente la autonómica Hosbec, que tienen ya la mirada puesta en la recuperación de la actividad económica que debe darse con inmediatez en cuanto pase el estado excepcional en que nos hallamos. Cuestiones como la protección de la cadena de pagos para que nadie caiga en insolvencia, la exención o reducción de tasas aeroportuarias, las moratorias en las liquidaciones de impuestos, el abaratamiento de los costes de refinanciación, la agilización de las ayudas al sector pendientes de 2019; y muchas otras medidas que reclaman los hoteleros, son peticiones atendibles no sólo por la conveniencia económica de proceder a su rápido relanzamiento, sino también por la enorme legitimidad moral que otorga al sector su lucha decidida contra el COVID-19, tanto al haber cerrado prontamente los hoteles sin reticencias como por haberlos puesto a disposición de la Administración para usarlos como centros donde ubicar a los contagiados leves.

Los hoteles, en suma, se han revelado ante la sociedad como un elemento importante de actividad económica y apoyo social, y ahora merecen recibir un impulso rápido y decidido. Ahí también es donde se verá si la Generalitat Valenciana ha asumido la necesidad de convertirse, en el siglo XXI, en un verdadero Estado Emprendedor.