Ya nada puede ser local, la primera crisis económica global lo fue en 2007 y ésta es la
primera crisis sanitaria global. Y precisamente, una de las consecuencias de la crisis de
2008 fue el incremento de los efectos de la "vucanización" del mundo. El mundo no sólo
es global sino también es "vuca", y de hecho, ha sido la globalización junto con la
digitalización y el tsunami tecnológico, los factores que han dado forma a este mundo
volátil, incierto, complejo y ambiguo (vuca). Un mundo en el que las soluciones del
pasado no tienen por qué ser válidas en el futuro. Un mundo en el que todo se cuestiona
y debe de ser cuestionado.
Esta crisis sanitaria global nos ha alcanzado en un momento de repensar la
globalización, en una encrucijada ante la reglobalización o la desglobalización. Desde
luego, el coronavirus no ha iniciado este proceso, pero sí que lo ha acelerado, y ha sido
la puntilla a la sucesión de dos grandes shocks globales que están reconfigurando el
mundo desde septiembre de 2001, el primer gran shock de este siglo, siguiendo con la
crisis financiera y económica de 2007.
Lo que es evidente es que este virus, que se ha propagado tan rápidamente como
consecuencia de la hiperconexión a nivel global, está provocando que pare el mundo, y
acelerando con ello, la involución de la globalización, o la desglobalización, sobre todo
debido a dos factores fundamentales: por un lado, la rotura de las cadenas de valor a
nivel mundial, y por otro, las empresas tienen grandes dificultades para poder subsistir
debido a tener que aprovisionarse de países muy lejanos geográfica y culturalmente.
Las multinacionales estadounidenses que fueron las "inventoras" de China como la
fábrica del mundo, hoy en día y según un reciente estudio del Bank of America, más del
80% de las mismas se plantean el reshoring, es decir repatriar parte de su
producción, un movimiento que el coronavirus va a confirmar y acelerar.
Esta pandemia nos está llevando y nos llevará a volver si no, a una nacionalización, a una
regionalización de la producción. Esto es lo que va a ocurrir, de hecho, está ocurriendo
ya en los suministros médicos, que no pueden depender, como ha venido siendo hasta
ahora, de China o de India.
Además de esta pandemia global que añade más leña al fuego de la vucanización global,
hay que sumar una serie de factores anteriores a la misma, y que se ven potenciados
por la misma: la guerra comercial que quiere disfrazar la realidad de una guerra
tecnológica entre EE. UU y China, el consiguiente aumento del proteccionismo, las
críticas a la globalización y sus efectos negativos, como las desigualdades, la crisis europea
agudizada por el hecho de que en estos momentos el Estado ha cobrado más
importancia que la Unión, y la reorganización geoestratégica y geopolítica mundial, con
China y Rusia al frente.
Por otro lado, factores como el progreso de las TICs, la digitalización y la revolución
tecnológica, propician que sea muy difícil, prácticamente imposible, poner puertas a
la globalización social, cultural y del conocimiento. En este mundo tan incierto, una
certeza clara es que no queremos renunciar a lo que esa revolución global nos ha traído
a las personas en los ámbitos de consumo, de acceso al conocimiento, de aprendizaje
colectivo, de conocimiento intercultural.
No podemos renunciar a ello, pero lo queremos hacer de otra forma, de ahí la
reglobalización, en lugar de la desglobalización; del fast living de la globalización a toda
costa en la que no se han tenido en cuenta ni a las personas ni a los recursos, al slow
living, incluyendo a las personas y al mundo en el que habitamos como un todo y en un
todo. Esa es la clave. Pasar de la globalización sin medida y sin tener en cuenta los
efectos colaterales, a una globalización sostenible, económica, social y
medioambientalmente.
Y en este cambio la economía circular juega el papel de la palanca del cambio.
Es precisamente debido a la internacionalización de las economías y a la
internacionalización del comercio, por lo que las ideas y prácticas circulares se están
expandiendo a nivel global. Las nuevas empresas con personas ya concienciadas, así
como unos consumidores y ciudadanía que demandan a nivel global un cambio en la
calidad de los bienes que consumimos, en el origen de éstos, en cómo se han producido
y por quien, y en que se convierten tras devenir en residuos, están forzando el cambio.
Un cambio que, sin duda, será impulsado por esta pandemia global.
El comercio internacional, las empresas, la economía será sostenible, será circular o
no será.
Y la globalización está dirigiéndose por el camino de la glocalización, think global and
act local, de la regionalización de la producción, - con cadenas de valor más cercanas
geográfica y culturalmente -, y de su humanización, una reglobalización más inclusiva
con las personas y con el entorno.