Cada día leo alguna información, un artículo especializado, opinión, sobre los cambios que se producirán en nuestras vidas cuando dejemos atrás la pandemia y podamos decir aquello de lo que el viento se llevó. Por ejemplo, leo, que en lo que respecta a nuestros hábitos comunicativos igual como medida de prevención hemos de abandonar la costumbre de darnos la mano y sustituirla por el saludo- y también despedida- namaste que practican entre otros budistas y otras religiones asiáticas que consiste en juntar las manos por debajo de la barbilla mientras se inclina la cabeza. Sin salir de los confines exóticos también podríamos optar por el saludo tipo indio-americano- levantando la mano y soltando ese «Jau» que gracias a Hollywood nos resulta tan familiar. Entre mis mejores recuerdos de infancia se encuentra la canción «Por que decimos Au» de la película Peter Pan mientras se producía un divertido número musical en el campamento indio. Lo que sí que está descartado por ejemplo es el saludo esquimal, esta cosa de frotarse la nariz con tu vecino dentro del iglú. Y no quiero entrar en un terreno mucho más resbaladizo como el tema de los besos como saludo social tan instaurado entre nosotros. Así que besucones a go-go, váyanse preparando para la era post-Covid 19.

Dejando de momento en observación los saludos y otros ejercicios comunicativos, sigo con la información diaria y me encuentro con una recomendación del Ministerio de Cultura a las comunidades autónomas para que no se les vaya la mano con la lejía a la hora de sacarle brillo y limpieza a su patrimonio histórico-artístico. Vamos, a ver si con tanta desinfección general dejamos nuestros monumentos hechos unos zorros. Así que cuidado con la lejía y otros desinfectantes no sea que la pareja de atlantes que adornan la fachada de nuestro Palacio del Marqués de Dos Aguas acaben con un salpullido de rubeola sobre su inmaculado alabastro o alguna de las gárgolas de La Llotja pierda su apetito libidinoso despues de la ducha desinfectante. Desde que empezó el periodo de confinamiento confieso que el mocho y yo nos hemos hecho amigos inseparables. Anteriormente manteníamos una amistad puntual pero ahora no hay momento del día en que no me acuerde de él y lo celebremos juntos bendecidos por el líquido friegasuelos olor a limón mientras nos deslizamos de un lado a otro de la casa como una pareja de amantes secretos. Una cosa así, ahora con banda musical, como aquel «Cheek-to-Cheek» que bailaban en otros tiempos un poco más felices a pesar de la Gran Depresión la pareja Fred Astaire y Gingers Rogers gracias a las melodías creadas por el señor Irving Berlin cuando esto del distanciamiento social todavía no se había puesto de moda.