Una de las lecciones que podemos sacar de esta pandemia es la importancia que actualmente adquiere el concepto de cooperación y solidaridad, no sólo en materia institucional sino también a nivel de recursos, de material, de investigación. Este virus es una amenaza común y por tanto debemos estrechar lazos para poder combatirlo. Vivimos en una sociedad globalizada que exige soluciones conjuntas.

Será de vital importancia la financiación y en este sentido la capacidad de los países de aunar esfuerzos ante un enemigo común, que se está cobrando vidas, y que ha desafiado a nuestro modelo de bienestar, nuestros trabajos, nuestras empresas, en definitiva, todo lo que habíamos construido hasta ahora. Quizá estemos ante el último tren para lograr una Europa de verdad.

Otra de las lecciones que hemos aprendido es la puesta en valor de la Medicina. Debemos incrementar la capacidad de nuestros sistemas de salud pública, la importancia de invertir en Sanidad, en medios, en infraestructuras, en personal para hospitales y centros de salud. Nunca antes nos habíamos encontrado ante un escenario de tanta emergencia sanitaria como el actual y ello ha permitido poner en evidencia nuestras carencias y deficiencias, llegando a quedar hasta en tela de juicio la consideración de país desarrollado.

El coronavirus supone un antes y un después, y también nos ha demostrado la vulnerabilidad del ser humano, la debilidad de un sistema, de una sociedad del siglo XXI, que creíamos sólida y férrea, y que ahora se tambalea ante un virus microscópico. Esta pandemia refleja que vivimos en un mundo volátil, incierto, complejo y ambiguo. Y que de repente todo puede volverse del revés. Y ello nos hace reflexionar y valorar más el vivir el presente, el aquí y el ahora, el dar más importancia a nuestra propia vida.

También hemos visto cómo la supervivencia del ser humano deriva en la aportación de todos como colectivo, como sociedad, la capacidad de superar la adversidad, la empatía y el poner en marcha todos los canales y mecanismos necesarios para expresar nuestra máxima solidaridad y apoyo con los demás. Y ese sentimiento colectivo y esa humanidad han emergido de manera espontánea con la pandemia.

También de esta crisis extraemos otra lectura, la importancia de la comunicación, de la información, del poder de las nuevas tecnologías y de su capacidad de sustituir lo físico por lo digital. Aunque nunca serán lo mismo para nosotros, porque la cercanía y el contacto forman parte de nuestra cultura, nos sirven ahora más que nunca de plataforma para poder hablar con nuestra familia, con nuestros amigos, con nuestros allegados. Y para darnos cuenta de que nada hay como el contacto físico entre personas, por mucha digitalización que haya seguimos necesitando relacionarnos con los demás cara a cara.

No sabemos lo que nos espera después de esta pandemia, pero seguro que ya no será igual que antes. Estaremos más atentos a los cambios y ya no presupondremos que nuestro estado de bienestar es innegociable.

Cuando lo peor haya pasado estaremos en una nueva fase, de la que espero podamos salir fortalecidos. Pero sobre todo tenemos que pensar en positivo y aprender de lo andado. Deberemos reconstruir nuestras empresas, nuestro entorno económico, dañado de tal manera por los efectos colaterales de una pandemia que tal vez nos haga ver los problemas de manera diferente.

Las medidas preventivas y de salud serán una máxima y formarán parte de nuestro presente y de nuestro pasado. Las zonas comunes ya no serán tan comunes, y tomaremos las correspondientes distancias de seguridad, todo ante el temor de que se produzca una nueva amenaza o de que exista un nuevo brote. Espero que no sea un cambio definitivo que cambie nuestra forma de relacionarnos, sería una verdadera pena.

Tengo claro que quien va a ayudar a salir de esta situación son las personas, las empresas, los trabajadores, especialmente aquellos que se han visto afectados más o menos directamente. Han demostrado un tremendo carácter en una época muy difícil. No confío tanto en la clase política, que una vez más ha dado síntomas de desafección y de estar pensando más en términos electorales que en el drama que estamos viviendo. Mucho despliegue informativo y muy estudiado, pero mostrando poca naturalidad, sinceridad y empatía. Y muy poca solidaridad real mientras se le exigen al pueblo sacrificios tremendos. Creo que deben replantearse muy seriamente su forma de acercarse a los que, en definitiva, les pagan el sueldo.

Espero que la sociedad no se vuelva más distante, que poco a poco recuperemos la confianza y la certidumbre, fundamentales para lograr una normalización en los comportamientos. Y que una actitud positiva como sociedad nos ayude a marcar la diferencia entre el fracaso y el éxito durante el proceso de salida.