Cuando oí ayer en la radio que el mes de mayo había sido más cálido de lo normal en la Comunidad Valenciana a partir del cálculo de una media de varios observatorios valencianos, algo que no existe en la realidad, pensé que no es lo que yo tengo en mi percepción de este mes, en absoluto, porque, aunque el invierno fue ciertamente suave, no recuerdo en estos últimos meses haber rebasado apenas los 30 ni casi los 25 grados durante muchos días y otros años sí ha pasado. En ese momento, con toda la mala intención, busqué en Google pronósticos de la precipitación y la temperatura previstas para primavera pasada para ver si se habían cumplido o habían fallado. No me resultó fácil y se mezclaban en grado de igualdad los pronósticos de los cabañuelistas, sin ningún fundamento, y los de los principales centros meteorológicos, mucho más científicos, pero con un grado de acierto no mucho mayor. Desde que el hombre es hombre ha querido saber el futuro y ha recurrido a todo tipo de recursos en todo tipo de asuntos. Cuando en lo referente a la meteorología y, dado lo ligado que iba a su vida a todo lo que tenía que ver con ella, el hombre se fijaba en cualquier detalle de lo que pasaba cada día para predecir el tiempo que haría, no ya en los días próximos, sino en la próxima estación, estaba mostrándose como un ser racional. Que quede claro que no hablo de las previsiones para las próximas horas o días basadas en observaciones empicas de más posible cumplimiento. Las cabañuelas, el Calendario Zaragozano y todo tipo de métodos mágicos para adivinar el tiempo que iba a hacer en los próximos meses no tienen nada de científico, de racional, pero sí lo es la inquietud del hombre por saber ese futuro. En ese contexto cabe situar las previsiones de los adivinos sobre el 2020 como un año lleno de buenas noticias y que luego ha salido como ha salido. Predecir el pasado es sencillo y todo el mundo lo sabe hacer a toro pasado, pero el hecho es que en muchos aspectos de la vida, y todo lo que está pasando lo está reforzando, no tenemos ni idea de lo que viene, pero no vamos a dejar de intentar tener alguna certeza, porque lo necesitamos, y nos agarraremos a cualquier augurio, si alguien lo hace con suficiente fe en sí mismo, más que porque esté debidamente fundamentado.