Me incomoda el uso pandémico de la expresión «distancia social». Parece más oportuna «distancia física». La social ya la pusimos en marcha legión de personas incrédulas con la naturaleza humana. Francisco Umbral se consideraba un «ser de lejanías». Agustín Zaragozá, a sus pies, se define como un «ser de abismos». Esto se lo debo al marxismo, recuerden: «no es la conciencia de las personas la que determina la realidad; por el contrario, la realidad social es la que determina su conciencia». La conciencia se considera un efecto de la realidad social. Por situarnos en un ejemplo próximo, me referiré a dos tipos feos sentados cerca de la mesa en la que desayuno delirando (¿o era deliberando?) estas cuestiones. Llevan mugre hasta en las pestañas, presumo que pertenecen a la clase «currante, antaño proletaria» y su conversatorio versa en torno a la renta mínima. No citan a José Luis Sampedro ni a Carlos Taibo, por referirnos a referentes intelectuales de izquierdas. Podrían al menos hacer algún comentario de Jaume Navarro, profesor de Economía en el IES Sanchis Guarner de Silla, un maestro sensato, crítico y que imparte clases anticapitalistas. Lo suyo, lo de aquellos tipos feos, es vociferio. Toda una retahíla de manidos despropósitos televisados en cualquier canal generalista: «el coletas», «vagancia» y «vivir del cuento» simplifican la esencia de su discurso de la podredumbre. Se posicionan en contra del ingreso mínimo vital siguiendo un mísero esquema mental y moral propio de roedores. Su precaria conciencia ha sido determinada por la precariedad cotidiana en la que se arrastran a diario. Familia precaria, amistades precarias, sexo precario y neuronas precarias. Llego a plantearme si su fealdad física es un efecto de la fealdad moral en la que se sitúan. Cada persona debe responsabilizarse del careto que proyecta.

Comprenderán ahora la constante necesidad de mantener distancia social. Pueden acusarme de «clasista». Si por tal cosa se considera la medida higiénica de cuidar nuestra conciencia, protegiéndola de la basura existencial que nos rodea, dígase de mí que lo soy. Entiendo las distancias como un mecanismo de salubridad intelectual. Hay una distancia social abrumadora entre esos individuos privados de guapura y quien esto firma. Ni su conciencia ni su vida me representan. Suena distante, ¡lo es! La realidad social es muy peligrosa. Mantenga la distancia física pertinente. Hágame caso y preserve su conciencia de la indigencia social. Es una cuestión de distanciamiento social, moral, psicológico y físico. Cuídese. De nada.