Confieso que todavía no me sobrepuesto del ataque de estrabismo cuando leí que el futuro pabellón -en futura construcción- de la Fonteta de San Lluís de ahora en adelante pasaba a llamarse Casal España Arena. La verdad es que tuve que leerlo varias veces para poder digerir semejante titular: Casal España Arena. Lo había leído bien. Desde aquella Avenida del Doncel Luis Felipe García Sanchis que el Franquismo municipal rotuló y que el buen sentido común de la gente -como suele ser- dejó en l'Avinguda del Port, no había visto tal grado de coentor imaginativo-creativa entre nosotros. Por un momento pensé que aquello era obra de algún descendiente de Don Eduardo Escalante, nuestro dramaturgo y maestro del sainete que le sacó jugo teatral a nuestra coentor a cuenta del provincianismo municipal.

La historia, porque lo que creo entender, es que el primer nombre, València Arena, a los implicados les debió parecer igual poco importante, significativo o quizás confuso como marca referencial. Decir València está visto que más allá de los Pirineos tiene poco predicamento. Y eso que allá por los años veinte la reina de la revista Mistinguett popularizó el pasodoble Valencia del maestro Padilla. Así que, los maestros en estas cosas del márquetin y la comunicación decidieron cambiar València por España, que en esto de ofrendar nuevas glorias a España como dice nuestro himno, nadie nos gana a laureles. Dicho esto, había que hacer notar también el acento autóctono o local y qué mejor que el término casal: Tenemos nuestra ciudad como Cap i Casal, también los Casals Jaume I, por supuesto, los casals falleros y hasta els casals d'estiu, las casas de colonias de nuestros vecinos del norte. Vuelvo a leer: Casal España Arena. Y me entra una duda, a ver si ahora, más allá del Pantano de Contreras, por un problema de lectura toman nuestro futuro pabellón multiusos por uno de aquellos centros, las Casas de España, que acogían a nuestros emigrantes por esas tierras extrañas del antiguo Mercado Común.

La verdad, pensando en el uso deportivo del recinto -ademas de otros servicios- ¿no hubiera sido más lógico conservar la referencia de València? No me veo al Real Madrid cambiando el nombre del su recinto deportivo por el de Pabellón España. Y por otro lado, ya puesto a reflexionar en temas de semántica y comunicación, ¿no hubiera sido más castizo un Fonteta Valencia Arena o si se prefiere, por estirar un poco más la cosa, Casal Fonteta València Arena? O ya puestos, Casal València Arena. O Valencia Casal España Fonteta & Arena & Etc. O para que todos estén contentos y aquí no falte de nada, Casal Valencia España Arena Europa. Hasta Casal Reina Letizia Arena, que también en esto de la terminología real tenemos los valencianos mucho adelantado. Reconozco que las combinaciones pueden ser interminables. Variables. Intercambiables. Vamos, con lo sencillo que es Mercadona.

Bueno, dejo los recintos municipales mientras me recupero de mi ataque de estrabismo, para adentrarme en espacios más próximos e íntimos. Andaba yo el otro día buscando un libro por las estanterías de casa. Estaba seguro que lo tenía, hasta recordaba la librería donde lo compré en un tiempo ya lejano. En un momento de tu vida todo comienza a alejarse en el tiempo. No lo encontré. Unos días después en una comida familiar, alguien me recordó que el libro había «desaparecido» -en realidad se lo había llevado una sobrina- en uno de los traslados de casas que he realizado a lo largo de mi vida. Al menos, ahora, sabía por dónde podía comenzar a buscar su rastro. Creo que si hiciera un recuento de los libros que se han ido perdiendo a lo largo de mi vida, la lista daría para más de una página de Word. Pienso ahora en libros que supusieron un flechazo en mi currículo vitae, en mi recorrido existencial, como una edición argentina de «El guardián en el centeno» titulada «El cazador oculto» que iluminó mi paso a la adolescencia. Otro de esos libros que lamento haber perdido era una edición bastante antigua, si mal no recuerdo del Fondo de Cultura Económica, «La rama dorada», el libro del antropólogo escocés James George Frazer que supuso todo un descubrimiento en otro momento de mi vida.

Hay libros que se dejan y hasta se olvidan como señal de compartir las cosas que amas. Siempre he pensado que una de las cosas más saludables que podemos hacer es compartir con alguien aquello que nos ha hecho feliz, soñar o simplemente aprender a vivir, que no es poca cosa Ya se trate de un libro, de una pelicula o de un disco. O de una canción. También podría hacer una lista con todos los discos que se han ido quedando en el camino, aunque en este caso, con el paso de los años he tratado de recuperar volviendo a comprarlos, si no en el soporte original, en otro soporte más moderno. Recuerdo un disco, Grandes éxitos de Donovan, que contenía canciones como Mellow Yellow, Hurdy Gurdy Man, Sunshine Superman, que escuché durante mucho tiempo por una y otra cara y que un buen día desapareció. Quizás en una de aquellas fiestas donde cada uno aportábamos lo mejor de nuestra discoteca. Los más prevenidos llevaban firmados sus discos con su nombre para que no hubiera equivocación. Muchos años despues volví a comprarme un disco, en este caso un Cd que contenía aquellas canciones del original de Donovan. Pero sigo acordándome de aquel disco de vinilo que entre mis manos aparecía como uno de los objetos más bellos y deseados que había en la tierra.