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Nuevos tiempos, nuevos horizontes

València, sede bancaria

La importancia de una fusión bancaria como la que se anuncia entre Caixabank y Bankia se mide objetivamente estimando las sinergias mutuas, la reducción de costes que aporta, los beneficios futuros y, en síntesis, el aumento en solvencia de la entidad resultante. Una solvencia a la que se añade, en este caso, la mayor devolución de los fondos públicos recibidos por Bankia tras su pasada debacle y la consecución de un banco que gane músculo ante las fusiones que vendrán más adelante en el mercado europeo. No en balde, la intermediación financiera y, en general, cualquier tipo de intermediación, se encuentra sujeta a la tensa presión de la revolución digital y el establecimiento de la relación directa entre proveedor y cliente. Más allá de la visión financiera, los movimientos bancarios son observados desde otros ángulos. La mirada local pone el énfasis en la aportación del banco a la economía de proximidad y la resonancia simbólica que se incuba en torno a la sede social del nuevo actor financiero. Es este último motivo el que apuntala la aspiración de que el futuro banco, en caso de llegar a ramos de bendecir, sostenga en València el estatus que ahora mantienen Caixabank y Bankia. Sin embargo, no se trata únicamente de propósitos locales los que respaldan esta opción. El cambio de la sede social a Madrid o Barcelona se contemplaría como una victoria de la ciudad escogida y una derrota de la descartada. En consecuencia, se profundizaría en la polarización ya existente entre ambas urbes, mientras que la continuidad de València abona la percepción de neutralidad, evita la herida que le supondría verse, de nuevo, ausente del mapa bancario español, y alivia, aunque sólo sea muy superficialmente, el efecto que la fusión tendrá sobre el mercado laboral valenciano. Con la elección de València los protagonistas de la previsible fusión disponen, además, de la oportunidad de estimular una nueva contemplación interna de España. Llevamos demasiado tiempo estresados por la relación entre Madrid y Barcelona y sus visiones recíprocas.

De la competencia se pasó al antagonismo y, desde éste, a una confrontación que contamina las relaciones externas e internas entre los ciudadanos de ambas comunidades. Un escenario dual en el que los restantes actores del Estado parecen estar invitados a posicionarse en torno a uno u otro de los polos existentes. Lo demás es equidistancia y, como tal, se tilda de cobardía o de antipatriotismo. Una visión más amplia (y necesaria) destacaría que, en lugares como la Comunitat Valenciana, se ha desplegado un modelo alternativo que ha cosechado logros sensibles. Mientras en otros lugares continúa reinando la improvisación, se alimenta el desgarro social o la monopolización de lo propio ahoga la presencia de lo ajeno, la Comunitat Valenciana ha logrado en los últimos y críticos meses un triple pacto, parlamentario, institucional y social, en paralelo a su serena relación con el gobierno central. Un logro inédito en la geografía española del que, sin embargo, se encontrará reducida huella en los grandes medios de comunicación. Por ello conviene subrayar que, si los grandes protagonistas de la economía española reclaman unidad, disponen de un convincente escaparate en la Comunitat Valenciana. València, como sede del futuro banco, destacaría ésta y otras dimensiones positivas de la «otra España». Por ejemplo que en el territorio valenciano, tras conocer a partir de 2008 una etapa de dolorosa destrucción sin apenas parangón en el resto del país, hemos desarrollado inmunidad ante los desvaríos y ganado en humildad y sentido común ante los desafíos. La nuestra es una sociedad que quiere ser decente, elevando para ello la dignidad de las personas frágiles; una sociedad abierta y empática hacia las ideas empresariales, sus innovaciones e infraestructuras; un motor de la cultura, el saber y del ascensor social que alimenta la educación. Una tierra de labor y siembra excelentes para el establecimiento de un banco que ambicione una vía cohesionadora, europeísta y competitiva como pista de despegue.

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