Si hace un año, cuando nuestra Senyera paseaba por las calles de Valencia luciendo todo su esplendor y tuve el honor de ser portadora de una de sus borlas, nos hubieran dicho que doce meses después no podríamos sacarla para que todos los valencianos la contemplasen, no nos lo hubiéramos creído.

El 9 de octubre de 2019 no sospechábamos lo que nos deparaba el futuro. Nostra Senyera flamejava en l’aire. Nada nos hacía pensar que estábamos a las puertas de una crisis sanitaria y económica sin precedentes. El primer contagio por coronavirus en el mundo se produjo el 17 de noviembre y el primero en España, el 31 de enero. Todo estaba a punto de pasar.

Tras meses de incertidumbre y en medio de esta tormenta llamada pandemia, afrontamos el Día de la Comunitat Valenciana con los ojos puestos en los hospitales. Nos preocupan los enfermos y el personal sanitario, los medios y los recursos. Esto es lo primero, la salud. Sin embargo, también hay otras preocupaciones que nos quitan el sueño: la economía, los puestos de trabajo, la brecha tecnológica, el incremento de la pobreza…

Tras meses de incertidumbre y en medio de esta tormenta llamada pandemia, afrontamos el Día de la Comunitat Valenciana con los ojos puestos en los hospitales. Nos preocupan los enfermos y el personal sanitario, los medios y los recursos.

Con todo esto, lógicamente, no estamos para fiestas y menos sin vacuna. Aunque se ha anulado todo el programa de actos oficiales para evitar contagios, para mí también es una manera de guardar respeto a los que nos han dejado y a los que luchan contra la enfermedad. Los representantes públicos hemos de dar ejemplo, no solo acatando las normas, en este caso de prevención, sino siendo empáticos con los que peor lo están pasando.

Así que, asistimos a la celebración del 9 d’Octubre más descafeinada: ni bajada de la Senyera ni procesión cívica. No obstante, la supresión de los actos no impide que podamos celebrar nuestro día. Cada uno de nosotros podemos reivindicar nuestra valencianía como creamos conveniente: a través de las redes sociales, regalando la “mocaorà”, visitando la Albufera, paseando por la playa o la huerta…

Asistimos a la celebración del 9 d’Octubre más descafeinada: ni bajada de la Senyera ni procesión cívica. No obstante, la supresión de los actos no impide que podamos celebrar nuestro día.

Todo esto nos demuestra que, en realidad, todos los días, puede uno enorgullecerse de ser valenciano, de haber heredado lo que Jaume I sembró aquel 9 de octubre de 1238, de sentirse hijo de esta tierra y parte de una Comunitat, que con sus aciertos y desaciertos, siempre sale hacia adelante.

Esta vez también lo haremos, que nadie lo dude. Por nuestra parte, desde Ciudadanos (Cs) seguimos trabajando para que así sea. Al mismo tiempo, la ciudadanía da ejemplo de su saber hacer; un civismo que, lamentablemente, se empaña por la inconsciencia de unos pocos. Pueden haber obstáculos en el camino, sí; pero los salvaremos, seguro.

Mientras tanto, este año se impone un 9 d’Octubre de puertas adentro, íntimo, sencillo; pero no por eso menos emotivo o intenso. Este año, más que nunca, toca una celebración de corazón. En él, siempre, nuestros colores y una máxima: “Valencians: en peu alcem-se, flameje en l’aire Nostra Senyera”.