Existe una fórmula latina que refiere la exigencia de concatenación o de sucesión en el tiempo de varios acontecimientos Es la ‘consecutio temporum’. que indica que un hecho sigue necesariamente a otro. Es lo que sucede cuando las políticas reactivas, basadas en la formulación de la ley y la sanción en caso de su incumplimiento, deben complementarse con políticas activas que tienen como fundamento la sensibilización y concienciación ciudadana. Esto mismo lo tuvo en cuenta la Ley Orgánica 3/2007 para la Igualdad efectiva entre mujeres y hombres, al incluir en su artículo 23 una serie de indicaciones a llevar a cabo en el ámbito educativo. Y dado el papel socializador de la escuela, en un ejemplo de coherencia consecutiva, se han articulado en un breve periodo de tiempo, entre 2017 y 2018, la creación de la coordinación de igualdad y el Plan Director de Coeducación que debe regir los centros educativos de la Comunitat Valenciana. Es más, en esa misma línea la administración educativa acaba de inaugurar el programa piloto experimental Coeducacentres, al que se han sumado varios centros de primaria y de secundaria. Se trata de un programa que tiene como factor diferencial abordar los problemas de convivencia escolar desde la perspectiva de género y que se inscribe dentro del aprendizaje organizacional que se ha de realizar para implantar una cultura de centro de igualdad y de paz.

Está claro que esta propuesta de formación claustral es una ‘consecutio temporum’ de una voluntad política que no se desentiende de las cuestiones de igualdad y que sabe que el enfoque de género es prioritario en la intervención escolar. De hecho, este programa responde a las prescripciones del eje 5 del Plan Director de Coeducación, donde se señala la obligación que tienen los centros educativos de ser transmisores de un modo de vida libre de violencia de género y de todo tipo de violencia, superando los estereotipos de género y promoviendo la paz. En este sentido, la cultura de paz que llegó a los centros educativos por indicación de la Unesco, durante la presidencia de Federico Mayor Zaragoza, estableció la práctica de la mediación escolar como forma de gestión de los conflictos que se producen en el entorno escolar. Ahora bien, lo realmente novedoso de este programa piloto experimental es haber entendido que la mediación y todo lo vinculado a la convivencia escolar ha de contener un enfoque de género para no seguir agrandando la desigualdad estructural que ha caracterizado históricamente la relación entre los sexos. Este matiz no había sido considerado hasta el momento con la determinación que exigía, de ahí que suponga un punto de inflexión importante, un antes y después que puede llegar con el tiempo a crear una amplia red de centros trabajando en esa misma dirección.

En cualquier caso, dentro del aprendizaje organizacional era ya suficientemente conocido lo crucial que es para un centro saber crear comunidad y autocomprenderse como un todo donde las partes trabajan al unísono, en equipo y en una misma orientación. Por este motivo, las personas que conforman la comunidad educativa (alumnado, profesorado, personal no docente y familias) han de saber qué se espera de ellas y cómo pueden contribuir a mejorar el clima de la convivencia escolar. Al fin y al cabo, un centro educativo es una organización humana con unos fines y unos objetivos determinados. En esta tesitura, hace falta tomar conciencia tanto del currículo formal como del oculto y del omitido. Sobre todo, de cómo el currículo omitido critica a los dos anteriores. En primer lugar, con el androcentrismo del saber que contiene el currículo explícito o formal y que ha invisibilizado las contribuciones de las mujeres en la historia de la cultura. Y en segundo lugar, con las inercias sexistas que se producen en la interacción escolar y que hacen del currículo implícito u oculto un mero reflejo del sexismo de la sociedad.

A esto hay que añadir que en la enseñanza y en el aprendizaje de la igualdad, el profesorado debe conocer la ley y debe saber trasmitirla, pero no solo en el sentido del derecho positivo, sino en el de saber comunicar los valores que la sustentan para lograr una sociedad más igualitaria y justa. Así pues, en la formación de actitudes no basta con enunciar un concepto y memorizarlo, hace falta crear hábitos entre el alumnado y conseguir una disposición de carácter respetuosa para convivir sin violencia. Hay que asumir que conceptualizar no es solo un ejercicio intelectual, sino también un ejercicio de coherencia ética y de inteligencia social. Además, hay que tener en cuenta la socialización diferencial que tradicionalmente han recibido las niñas y los niños para no perpetuar la desigualdad estructural entre los sexos. Esta perspectiva es, sin duda, la que prioriza el programa piloto experimental Coeducacentres que comenzó el pasado 3 de octubre. Una fecha que Elena Simón Rodríguez anunció como histórica y memorable para la crónica futura de la escuela coeducativa. Y es esa misma convicción la que ha motivado esta reseña a fin de dejar testimonio escrito en la hemeroteca.