En estos tiempos no es infrecuente ver y oír a cualquiera opinar de cualquier cosa, con teorías de lo más peregrinas. Así, por poner un ejemplo y ciñéndome a la actualidad, hay personas, incluso entendidos, que son negacionistas en relación a la covid-19, señalándola como una mera gripe; y que, por tanto, no hay que alborotarse por algo tan común que nos afecta anualmente. También hay personas y entendidos que gimen porque ha llegado la hora de los cuatro jinetes del apocalipsis, y que si no se para esto la debacle está asegurada.

La situación en nuestro país, desde que estalló la pandemia, ha sido de desconcierto, de vaivenes. Al principio, no nos iba a afectar más allá de dos o tres casos aislados; luego vino el confinamiento. Después, que hemos vencido al virus y hay que irse de vacaciones. Ahora estamos con los efectos de una segunda oleada. El lío de Madrid. Las mascarillas, no y sí. La apertura de centros de enseñanza. Las aulas burbuja. Los jóvenes y sus fiestorras. En fin, podría seguir enumerando los cientos de cosas que nos han sacudido. Pero en definitiva, hay dos noticias relevantes a este respecto. La primera, la carta publicada en ‘The Lancet’ de varios expertos españoles, muchos afincados en el extranjero, solicitando una auditoría externa al Gobierno y a las autonomías sobre el manejo de la pandemia. La segunda, la declaración de Barrington, en la que numerosos científicos abogan por el fin de los confinamientos, pues están siendo devastadores para la salud física y mental de gran parte de la población.

Últimamente, también se han sumado otros científicos y médicos abogando por la creación de un comité de expertos que pueda pronunciarse al margen de las autoridades y que tenga voz activa en las decisiones que se están tomando.

García Basteiro, investigador de ISGlobal de Barcelona, ha incidido en la lentitud con la que están respondiendo las autoridades españolas a la pandemia: «Seguimos sin tener capacidad de anticipación, tardamos mucho en reaccionar y cuando reaccionamos tarde nos quedan pocas opciones que no sean restricciones agresivas de movilidad». Y últimamente ya se suman muchas voces de científicos alertando de que los datos mostrados por Sanidad son insuficientes, van con mucho retraso, para entender qué es lo que está sucediendo en España.

Hemos dejado que la situación vaya por los derroteros que la propia naturaleza está marcando -y que continuará haciendo con más intensidad todavía en los meses por venir- y nos hemos olvidado de que en esta situación es necesario oír todas las voces, crear un verdadero comité de expertos, elegidos por los interesados, que estén al servicio de España, y que asesoren de verdad al Gobierno que está siendo vapuleado no solo por el virus, sino por la comunidad internacional, por cuánto tiempo llevamos ocupando los primeros puestos en todos los índices negativos.

Si lo que de verdad interesa es la salud y la economía de este país, debe dejarse hacer, sin intervención política, a quienes saben y están en condiciones de aconsejar lo mejor. Luego, sobre eso, que venga la política. Pero no al revés. Primero va el burro, luego el carro. Si se hace al contrario, poner primero el carro y después al burro, todo lo más que se consigue es que no ande ni uno ni otro. Sí, en esta ocasión conviene hacer un comité de expertos, pero no imaginario. Es obvio.