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Dos citas con la muerte

Cena de sushi, le doy ‘like’. Foto frente a la Torre Eiffel, ‘like’. Pies en la playa, «aquí sufriendo», ‘like’: «¡Cómo viven algunos, jeje!». Posando en la boda de Carmen y Jon, ‘like’: «¡Guapos!». Esto es lo que queremos ver. Danos de esto. Hedonismo, belleza, sonrisas, triunfo. No me enseñes tus pintas con el chándal y el pelo desgreñado; no me muestres el bocadillo rancio que te tienes que comer porque no tienes tiempo; ni se te ocurra enseñarme tristeza, mediocridad, fracaso, rutina, fealdad. No me hables de enfermedad y mucho menos de la muerte, qué bajón, tía. No quiero hablar de eso, no sé dónde encajarla, no queda bien en redes. No es ‘trendy’. Nada, no quiero saber ni ver nada de la muerte, si yo no la veo a ella, ella no me ve a mí y así voy tirando. Quita, quita.

Pero, tía, un señor de la época de mis padres cantaba «love is in the air» y yo te digo que «death is in the air too» (algo que ahora además puede ser literal). La muerte es como el dinosaurio de Monterroso: te levantas y sigue ahí. Siempre va a estar ahí. Hasta el día que no te levantes, entonces el que no estará ahí serás tú. Te habrás ido con el dinosaurio. Dos citas recientes del calendario nos recuerdan eso, que la muerte está ahí. Una de estas fechas ya ha pasado. Y sirve para prestar atención a una serie de muertes ocultas, aún silenciadas, aún tabú. Muchas se anuncian con solo tres palabras, como una puñalada inesperada en la noche. Estás tumbada en la camilla, observando la cara del ginecólogo mientras éste mira la pantalla del ecógrafo. Y de repente, zas, puñalada: «No hay latido» Y ahí entras en el abismo de un dolor que aún se minimiza. Un dolor que la gente de tu alrededor, en nuestra sociedad de la aparente hiperfelicidad, no sabe gestionar. No saben qué decirte, cómo ayudarte. Es normal. Son años de mutismo, como mucho de conversaciones ‘entre mujeres’, confidencias de cocina, y ahora, en versión 2.0, desahogos con desconocidas en foros de internet.

Afortunadamente, el tabú se va rompiendo. Las cosas se van nombrando y así van existiendo. El pasado 15 de octubre se celebró el Día Nacional del Duelo Perinatal y muchas mujeres salieron a explicar lo que supuso su pérdida. ¿Un consejo? Si alguien ha pasado o está pasando por eso a su alrededor (y somos legión las que lo hemos padecido), tire de tres simples frases: «lo siento mucho», «¿cómo estás?», «¿puedo ayudarte de alguna manera?». Solo eso, todo eso. Ésas son las únicas palabras que creo que pueden servir, acompañar o al menos no incrementar el dolor. Consejo ‘bonus track’: destierre el «¿y tú para cuándo?» cuando hable con mujeres en edad fértil. Gracias.

Otra fecha: mañana domingo, Tots Sants, día de difuntos. Para acordarnos de los que no están pero también para recordarnos que nosotros sí estamos. Estamos. Pero, tía, no sigas con eso, qué bajón de artículo, cambia de ‘flow’ que me está dando todo el ‘down’. Qué va. Todo lo contrario. Te estoy diciendo que te acuerdes de que estás aquí, con las cenas de sushi y el café malo de máquina en medio de la jornada laboral, con las fiestas de gala y con el chándal de ir por casa. Todo eso, solo eso. Es lo que dice el protagonista de ‘Los combates cotidianos’: «Está visto que la vida cuando no es asquerosa es estupenda». Si cuando me toque a mí irme con el dinosaurio ponen mis restos en una tumba, hace tiempo que tengo claro mi epitafio: «Con todo, me lo he pasado bastante bien. Gracias». Si te ha gustado, dale ‘like’.

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