Cuando en octubre de 2019 debatieron en el Congreso sobre la exhumación y el traslado de los restos del dictador Francisco Franco, varios portavoces citaron las películas de Luis García-Berlanga en sus intervenciones. Por otra parte, el pasado mes de noviembre la Real Academia Española (RAE) incluía por fin el término ‘berlanguiano’ en su diccionario. Pero la indiscutible vigencia de uno de los mejores directores de cine españoles no solamente se percibe en las instituciones políticas o culturales. De hecho, cuando observamos o incluso protagonizamos una situación a la vez absurda, grotesca y cómica solemos exclamar aquello de «parece de Berlanga». ¿En cuántas ocasiones no hemos parafraseado al gran Pepe Isbert cuando pronuncia desde el balcón de ‘Bienvenido míster Marshall’ esa famosa alocución de «como alcalde vuestro que soy os debo una explicación»?.

En definitiva, pocos cineastas han logrado un reconocimiento popular tan grande, una admiración tan arraigada en el público que pervive diez años después de su muerte y cuando comienza a celebrarse el centenario de su nacimiento el 12 de junio de 1921 en la céntrica calle Sorní, de València. El director de ‘El verdugo’, ‘La escopeta nacional’ o ‘Todos a la cárcel’ ha envejecido bien porque su cine ha traspasado generaciones y ha conseguido crear parábolas universales a partir de anécdotas locales. El propio Pedro Almodóvar ha llegado a afirmar que ‘El verdugo’ es el alegato más estremecedor del cine universal contra la pena de muerte. El indudable talento de Luis García-Berlanga, junto a una capacidad asombrosa para plasmar en imágenes y diálogos la esencia de la realidad y una mirada entre tierna y cruel que bascula entre la tragedia y la comedia, lo han convertido en uno de los grandes cronistas de la España del siglo XX. En opinión de Santiago Segura, uno de sus más brillantes discípulos, Berlanga debería estudiarse en el bachillerato al igual que se hace con Benito Pérez Galdós o con Pablo Picasso.

Es cierto que las huellas valencianas del genio pasan por una cátedra de investigación en la Universidad CEU Cardenal Herrera o por una sala en la Filmoteca. Pero tal vez el recuerdo de la figura de Berlanga en su tierra no se halle a la altura de la talla del valenciano más universal de la segunda mitad del siglo XX. Pocos artistas han llegado a reflejar con tanta lucidez y sabiduría ese espíritu mediterráneo que conforma toda una filosofía de la vida y ningún cineasta ha aplicado el bisturí con tanta precisión para dejar al descubierto nuestras virtudes y nuestros defectos, nuestros sueños y nuestras pesadillas. Por todo ello, este año Berlanga, que concluirá con la ceremonia de los premios Goya en València a comienzos de 2022, debería servir en primera instancia para homenajear al maestro. Por supuesto. Pero el mayor objetivo de este centenario habría de apuntar a la difusión de su cine por todos los medios y, en especial, de cara a las nuevas generaciones. Porque resulta imprescindible acudir a sus películas para comprender la historia reciente de España. La dramática y la divertida.