Las redes sociales son un sumidero de odio. Un auténtico basurero que no beneficia en absolutamente nada al debate público. Sólo lo ensucia, sólo lo simplifica. Sirve para enfrentar, sí. Para poco más. Lo pudimos comprobar una vez más con el mensaje que el president de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, colgó a propósito del Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto que se celebró el día 27. Compartió una reflexión profunda, trabajada, madura. Demostrando que las instituciones pueden estar al lado de los perseguidos, de las minorías, de los olvidados. Abogó, además, por poner en valor la duda para enriquecer el debate y crecer con la diferencia. Recordó a mujeres y hombres que pasaron por el infierno nazi. Con nombres y apellidos. Con empatía. Con conocimiento. Nada fue suficiente para que no se llenase su muro con comentarios ofensivos, desagradables o directamente aborrecedores. Una vergüenza que deberían sentir personas que no leerán este artículo y que hoy la tomarán contra otro representante público. Por cualquier razón. Sin raciocinio alguno.

Al president le contestaron (eludiré el nombre por elegancia aunque no debería hacerlo): “asesinos son los políticos conscientes que están muriendo 600 personas diarias”; “¡Qué buen President hubiera sido usted en 1939!”; “no te importa ni tu pueblo ni tus ancianos, que se mueren a diario!!!”; “Solo pretendéis remover odio a costa de no dejar ni descansar en paz a los muertos del siglo pasado”; “4.415 personas han muerto por tu Holocausto, ¿cuándo pagarás por ello?” o “Y usted Ximo Puig, ¿cuánta gente esta dejando morir actualmente? Váyase a la mierda”. He puesto tildes y corregido errores porque no sólo faltaba educación sino también unas cuantas clases de lengua castellana. Una exposición desmedida de odio infundado, de acoso desvergonzado. Son unos cuantos ejemplos. La retahíla era insoportable.

Los políticos (de todos los colores) tienen que aguantar a diario un odio infundado contra ellos. Reciben mensajes privados y públicos. Insultos, amenazas. Desde los alcaldes de los pueblos más pequeños hasta las altas instituciones. Y se supone que lo tienen que aguantar porque respetan la libertad de expresión. Pero no es libertad de expresión el acoso y la amenaza. El insulto continuado. Sí lo es la diferencia política pero no se tiene que interpretar como una continua desconfianza contra el adversario. Los y las políticas viven bajo sospecha. Siempre les presuponen un comportamiento interesado, una idea malintencionada, una actuación enfermiza. Y todo porque sí, porque se suponen que son malvados desde que nacieron. Y no, no lo son. El 99 % de los políticos del PP, PSPV, Compromís o cualquier formación democrática que respeta los derechos humanos y las reglas del juego plural son gente decente, trabajadora, implicada, comprometida. Son, sin más, buena gente que no merece el ataque diario de maleducados que, más allá de mensajes de odio desde la cómoda distancia de las redes sociales, pocas veces se han implicado para mejorar la sociedad. Ya está bien, hombre, ya está bien.