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Turismo sostenible y derecho a la ciudad

El reciente estatus de ciudad turística otorgado por la Generalitat a la ciudad de València es una distinción que bien podría alegrarnos a todos. Pero de momento no es así. Desde que en 2017 la ciudad superó la cifra récord de 2 millones de visitantes internacionales, los efectos adversos de este modelo basado en el crecimiento acelerado se hicieron patentes de inmediato: Subida de los alquileres un 40%, escasez de vivienda, pérdida del comercio tradicional y lo peor de todo, gentrificación, expulsión de residentes en barrios como Ruzafa, Cabanyal, Ciutat Vella o Ciudad Jardín, entre otros, y unido todo ello a una rentabilidad económica por debajo de la media,  un altísimo paro juvenil (46,3%) que no cesa y un aumento significativo de la conflictividad en la convivencia vecinal.

Si como se predica, de verdad aspiramos a una industria turística sostenible y respetuosa con el medio ambiente, si de verdad aspiramos a una ciudad acogedora y hospitalaria con sus visitantes hay que hacer algo más que invertir en crecimiento económico del turismo, pues solo crecimiento no equivale a bienestar, como bien sabemos.

València debe preparar desde ya su reconstrucción económica y social y el turismo debe jugar un importante papel, indudable; pero una ciudad no puede tener éxito a medio plazo sin tener en cuenta los impactos socioculturales y medioambientales del turismo de masas que empeoran con el aumento incesante de la llegada de turistas.

La vivienda, el espacio público y la convivencia en armonía ya se vieron seriamente amenazados por la ausencia de políticas activas específicamente dirigidas a contener los efectos indeseados del rápido crecimiento de la industria del ocio y el turismo.

Estamos en un serio riesgo, como vemos que sucede en otras ciudades, de degradar irremediablemente nuestro entorno. Si retomamos ciegamente el mismo modelo corremos el peligro de instalarnos en un crónico conflicto de intereses entre empresarios que aspiran legítimamente a desarrollar su actividad y los vecinos que aspiran a conservar unas condiciones dignas de convivencia. Ahora que hablamos de reconstrucción, de recuperar la “normalidad” urge, por lo tanto, adoptar medidas para que esto no ocurra. Ahora es el momento.

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