El panorama al que se enfrentaba la expresidenta del PP, Isabel Bonig, era complicado. En Alicante, la familia zaplanista controla el aparato de la mano de Carlos Mazón, con seguidores de cierto peso en la provincia de València que apostaron en su día por Pablo Casado. En València, Vicente Mompó, presidente provincial, tampoco iba a mostrar vasallaje a Bonig, pues le encumbró el exsecretario general, Vicente Betoret, enemigo político de Bonig. Si a todo ello añadimos que la elegida para presidir el partido en Castelló es Marta Barrachina, queda clara la situación de debilidad en la que se situaba la estructura regional con la propia expresidenta a la cabeza.

Cabría pensar que Bonig, al haber estado al frente en los complicados últimos siete años, podría haberse ganado el beneficio de una última oportunidad electoral. Otros, en cambio, cuestionan su capacidad para formar equipos, su desconfianza permanente y falta de empatía con los militantes. Y no se le ha perdonado su falta de apoyo a Casado en las primarias del partido.

El líder que llega del sur viene ungido por la bendición del todopoderoso secretario nacional, Teodoro García Egea. Pero un asunto es hacer torcer el brazo a Bonig y otro, muy distinto, establecer el equilibrio de poder político entre las tres provincias valencianas y ese objetivo no va resultar sencillo.

No todos se han sorprendido por la candidatura del alcalde de Ayora, José Vicente Anaya, que imposibilita, por ahora, la aclamación bajo palio de Mazón como candidato único. El Foro de los Populares de Pedro Agramunt y Paco Camps, que ya ha cumplido un año, no dudó en ser el primero en proclamarle su apoyo. No será suficiente respaldo para aguantar la presión que el aparato ejercerá sobre Anaya. El asunto es que ningún aparato provincial desea, de puertas adentro, un líder todopoderoso, que pueda hacer y deshacer a su antojo, como sucedió en los noventa. Mazón lo sabe bien porque estaba en el equipo ganador.

Tampoco han faltado intentos por parte del aparato provincial valenciano de doblegar a Anaya. Entre bambalinas se comenta la respuesta desafiante que el atrevido candidato dio a Mompó y como éste recogía velas ante la firmeza del alcalde ayorino. Una muestra notable del escaso predicamento político que el PP de la provincia de València va a administrar en un futuro cercano.

Por tanto, no será suficiente con que Génova quiera un candidato concreto: su favorito tendrá que equilibrar y pactar o el espectáculo circense popular nos seguirá entreteniendo.