Ayer 21 de mayo se cumplieron cuatro años de la victoria de Pedro Sánchez en las primarias del PSOE. Nada de lo que pasó ese día se puede entender si no lo contextualizamos con lo que pasó durante buena parte de los años 2015 y 2016. No creo que convenga recordar los hechos traumáticos de octubre de 2016: se recuerdan fácilmente y todo el mundo puede recordar fácilmente dónde estaba entonces. Dónde estaba, qué posición defendía y con qué motivo la defendía, y haberlos los había y muy diversos.

En ese proceso de octubre de 2016 a mayo de 2017, dos visiones que siempre han coexistido en el PSOE, pero que recurrentemente colisionan en los procesos orgánicos, se vieron otra vez enfrentados. Pero esta vez, por la forma en la que el secretario general del PSOE fue depuesto, pudo haber supuesto un quebranto en la organización socialista de difícil o imposible suturación.

Dejaremos de analizar con detalle los pormenores de aquella campaña interna aunque posiblemente no faltan las ganas de recordar los hechos, especialmente cuando se pretende enterrarlos en una suerte de realidad paralela, o postverdad, para hacernos creer que lo que pasó en ese momento no pasó, o al menos no pasó así. Porque de alguna forma, las consecuencias y las actitudes de aquel momento posteriormente se distorsionaron de forma deliberada, para intentar manipular creencias y emociones con el fin de influir en el futuro, que es hoy, porque el resultado fue tan incontestable que no se podía vencer a la evidencia.

Una de las tantas preguntas que deberíamos hacernos es qué habría pasado si Pedro Sánchez no hubiera ganado las primarias de 2017. ¿Sería este el mismo PSOE? ¿Se habría presentado la moción de censura al Gobierno de Mariano Rajoy? ¿Quién gobernaría ahora? ¿Qué forma de gestión de la crisis habría habido si no fuera el PSOE el partido que ostentara la Presidencia del Gobierno?

Creo que todas estas preguntas y otras muchas más son oportunas y necesarias para entender el cambio que la militancia de este partido provocó en el año 2017. Un cambio que reseteó a la organización a escala federal, dejándola en la mejor disposición -tanto por la coherencia del comportamiento de la organización, como por la nueva dirección que emanó en el 39 congreso federal- para afrontar el futuro.

No creo que vuelva a existir un proceso orgánico tan traumático y a la vez catártico en el PSOE, pero sí que creo que las consecuencias de aquel congreso y todo aquel proceso no han acabado y seguirán llegando a todos los rincones de la geografía española y valenciana en particular mejorando a una organización fundamental para la vida democrática española.