Muchas personas mayores, necesitadas de tranquilidad y silencio, cuando llegan esas ruidosas y mega-concurridas fiestas de su ciudad, que hacen intransitables las calles y las inundan de suciedad y alboroto, aprovechan para buscar un corto sosiego en otros lugares: una segunda residencia, un viaje aplazado, una visita familiar, etcétera. Así también, un tanto saturados de la situación española de este momento, esperando que se haga realidad el adagio de que todo lo que es excepcional no es por naturaleza durable, es un momento oportuno para cerrar las ventanas de la casa y darse una vuelta mental por otros países de Europa para airearse un poco y comprobar la temperatura y la situación por allí reinantes.

Son muchos los temas relevantes más allá de los Pirineos. Haremos hoy una primera parada en Alemania. El próximo día 26 de septiembre, apenas faltan cuatro meses y con el verano de por medio, se celebrarán elecciones generales y se pondrá fin al largo período de Angela Merkel al frente de la cancillería federal. En el momento que trazamos estas líneas la situación de los partidos políticos y sus previsiones pueden describirse como sigue:

Los Verdes. El comité ejecutivo del partido alemán eligió el pasado 19 de abril a Annalena Baerbock, recordemos bien este nombre, candidata a la cancillería federal en las elecciones de otoño, en las cuales ella será también la única mujer que encabece una lista, e igualmente la primera entre los verdes; tiene posibilidades de ser la próxima presidenta del gobierno federal de Alemania, el relevo de Angela Merkel.

El grupo ecologista germano está dirigido por dos copresidentes, uno es ella y el otro Robert Habeck que también aspiraba a ser designado y tenía a priori más probabilidades, hasta que se ha producido el vuelco, no hace mucho tiempo.

Annalena Baerbock ha cumplido 40 primaveras, nació en 1980, el año en el que se fundó el partido al que pertenece; fue una destacada deportista y hace acopio de una meritoria formación jurídica, especialidad en derecho internacional. Se le reconocen cualidades de innovadora, combativa, conocedora profunda de los temas que maneja y, entre las dos corrientes en las que se diversifica cualquier partido se identifica más con los “moderados” que con los “idealistas”, como allí los designan. Baerbock se autodefine como europeísta, cosmopolita, favorable a incrementar la inversión en educación y a alcanzar los objetivos del Acuerdo de París sobre el clima. Desde su designación multiplica sus intervenciones en temas de defensa y de política extranjera, saliendo al paso de las previsibles acusaciones de inexperta que le harán sus contrincantes, por su juventud y por faltarle experiencia de gobierno. Son suyas estas palabras: “La democracia necesita cambio y yo quiero ser la candidata de la renovación cuando otros son los candidatos del statu quo”. “Yo quiero Alemania en el corazón de Europa”.

Esa falta de experiencia no es predicable, por contraste, del partido verde, que está presente en el gobierno de 11 de los 16 landers germanos, en unos en coalición con la derecha, en otros con los socialdemócratas. Por otra parte, en Bade-Wurtemberg su presidente Winfried Kretschman, asimismo ecologista, preside el gobierno desde el 2011, acaba de ser reelegido por tercera vez consecutiva. Es evidente que todos los partidos políticos alemanes tienen asumido y saben llegar a acuerdos, el sistema y las normas electorales los obligan.

El grupo verde presentó su extenso programa para las elecciones de septiembre el día 19 de marzo del corriente. Entre sus objetivos a destacar, la mejora de las “infraestructuras neutras”, desde el punto de vista climático, léase ferrocarriles y puntos de recarga para vehículos eléctricos. Otra es su cuestionamiento del principio constitucional de “freno a la deuda”, sostenido por los partidos de la actual “gran coalición” (CDU, SPD), en el gobierno desde el año 2017, que prohíbe al Estado Federal endeudarse más del 0,35% del PIB anual. En política internacional, los ecologistas son propensos a cambiar la actitud blanda frente a Rusia y China, que define la actual trayectoria de Merkel, dando un giro que los aproxime más a la nueva línea americana de Biden.

Lamentaba un diputado galo, Fabien Gouttefarde, que los ambientalistas alemanes y franceses no favorecen la política exterior europea ni el freno a China, Rusia, Turquía, Irán, países estos que no dudan en utilizar la fuerza militar; los ecologistas no propugnan una Europa que sea una potencia militar frente a los nuevos desafíos. Su política de defensa se apoya en tres principios: Paz, desarme, seguridad cooperativa. Con otros términos, una política de prevención, evitando cualquier desencadenamiento de crisis y de guerra. (¡Cuanto conforta leer esas palabras!). Una política que evite la posibilidad de tomar decisiones que puedan promover conflictos violentos. Es lo que se denomina un ejército defensivo, propugnando un mundo sin armas nucleares, sin drones de combate, sin armas letales y orientado a un desarme continuado. Una filosofía pacifista frente al mundo belicista actual. No podemos olvidar que el ejército alemán solo actúa en el extranjero bajo mandato de la ONU, lo que denominan “misiones de Petersberg”, acuerdo adoptado por los socialdemócratas en 1992. Los Verdes han elegido, en términos del comentarista, “la éthique sans performance” (la ética sin actuación), frente a “la performance sans éthique” (acción sin ética).

La evolución en las encuestas de los verdes es ascendiente e imparable; en las elecciones federales de 2017 obtuvieron 8,9 % de los votos, a mitad de abril de este año las encuestas pronosticaban del 20 a 23 % y a mitad de mayo de 25 a 28 %, habiendo superado a la CDU-CSU y dejando muy por detrás a los socialdemócratas del SPD. Con estos datos el camino hacia Berlín estaría despejado, tendrían segura su participación en el gobierno que salga de las urnas el 26 de septiembre, coaligados con la derecha si éstos quedan por delante, pero si llegan primeros se unirán preferentemente a los socialdemócratas, con los que tienen mayor afinidad, y a los liberales. También ha supuesto un soplo de viento a su favor el pronunciamiento del Tribunal Constitucional de Karlsruhe, el 29 de abril, que por vez primera ha incidido en los riesgos que el cambio climático supone para las generaciones venideras. La cuestión climática en Alemania se ha colocado en el centro del relanzamiento económico que deberá suceder a la pandemia.

La CDU-CSU (Unión cristiano-demócrata alemana y Unión cristiano-social bávara). Tras diez días de duelo fratricida, Armin Laschet , presidente de la CDU, frente a su contrincante Markus Söder, jefe de la CSU, el día 19 de abril fue designado por la coalición de la derecha candidato a la cancillería en las próximas elecciones.

La CDU está implantada en 15 de los 16 landers del Estado Federal, en tanto que la CSU solo representa a Baviera. Söder es mucho más popular a nivel estatal que su émulo Laschet, cuya estima ha desmerecido considerablemente, por la forma en la que ha gestionado la pandemia; del 60% en enero al 26 % en abril su popularidad se ha despeñado en Renania. Sin embargo la designación del bávaro habría generado serios problemas en la CDU, razón por la cual su elección fue tan controvertida. Las dos únicas ocasiones, 1980 y 2002, en que el candidato conservador salió de la CSU, se tradujeron en otras tantas derrotas frente a los socialdemócratas. Ideológicamente al perdedor se lo encuadra más a la derecha que a Laschet, considerado este más próximo al centro y más en línea con el pensamiento de Angela Merkel, a quien siempre ha sido fiel, especialmente en el momento difícil de la “crisis de los refugiados”, en 2015, cuando Alemania acogió un contingente próximo a un millón de extranjeros que golpeaban las puertas de entrada a Europa. Destaca también el candidato su apoyo a la comunidad turca, muy cuantiosa en el país teutón.

Nacido en Aix-la-Chapelle (Renania) hace 60 años, Laschet fue eurodiputado desde 1999 a 2005. En el 2017 fue elegido a la cabeza del gobierno de Rhenania Norte-Wesphalia, el land más poblado, con 18 millones de personas, sobre los 83 millones totales del país. El 16 de enero de este año fue designado presidente de la CDU. Su reputación es mayor como constructor de compromisos que en el debate de las ideas; de él se dice también que es un presidente de moderación y equilibrio.

El SPD (Partido Socialdemócrata alemán). Su candidato será Olaf Scholz, actual vicecanciller y ministro de finanzas. Parece que lamentablemente los socialdemócratas en las próximas elecciones pueden dejar de ser uno de los dos pilares básicos tradicionales en la política alemana. Los vientos no les son favorables, una reciente encuesta les atribuía 13 % de los sufragios, lejos del 28 % de los Verdes, del 21% de los conservadores, demasiado próximo al 12 % de los liberales y poco alejado del 11 % de la extrema derecha.

En la memoria queda aún Martin Schulz, antiguo presidente del Parlamento Europeo y candidato del SPD a la cancillería de Berlín en 2017, que hizo campaña con el compromiso de no formar coalición con los conservadores, muy perjudicial electoralmente para ellos. Ante la imposibilidad de Merkel para llegar a un acuerdo de gobierno con los verdes y con los liberales, por responsabilidad, para romper el nudo gordiano, el SPD se vio obligado a repetir la coalición con los conservadores, lo que determinó la renuncia de Schulz, por honestidad y fidelidad a su compromiso.

El AfD (Alternativa para Alemania). Este joven partido de extrema derecha fue fundado hace ocho años, desde su entrada en el Bundestag, han pasado otros cuatro, período en el que paradoja, por la coalición gobernante entre los dos principales partidos, la CDU-CSU y el SPD, ellos han actuado como primera fuerza de oposición. En las elecciones de 2017 habían obtenido el 12,6 % de los votos a su favor.

Los días 10 y 11 de abril celebraron un congreso en la ciudad de Dresde, con objeto de elaborar el programa para las elecciones del otoño, donde el dominio correspondió a los más radicales. En el mismo hay que remarcar los siguientes compromisos: Salida del país de la Unión Europea, hasta ahora solo se había sostenido como una opción. Prohibición de todo reagrupamiento familiar para los refugiados extranjeros. Control sistemático de las fronteras de Alemania, incluso con barreras físicas, lo que inevitablemente nos evoca “el muro” de Trump.

A resaltar, en cuanto a la covid, su oposición frontal a las restricciones a los ciudadanos, hablan de “coronodictadura”, y también a la obligación de portar mascarillas.

Y como en todo viaje, este más largo de lo que habíamos previsto, nos queda seleccionar los “souvenirs” que nos traeríamos a España, que sirven también como sugerencias: Las lecciones del ejemplar largo reinado de Angela Merkel, destacando del mismo dos hechos, la crisis de los refugiados, en 2015, y su intervención decisiva en la creación del programa de relanzamiento de la Unión Europea tras la pandemia, verano de 2020. Aquí queda nuestro reconocimiento, “à tout seigneur tout honner”. La capacidad de los partidos germanos para llegar a acuerdos de gobierno, sin vetos ni líneas rojas. El tratamiento a la extrema derecha, y otras consideraciones, al que dedicamos atención en otro de nuestros escritos publicados en este diario el pasado 29 de marzo.