Estaba el otro día esperando a un familiar que había acudido al hospital para una revisión. Me encontraba en el exterior del centro, en esa zona donde algunos de los trabajadores queman su estrés laboral con el cautivador sabor de la nicotina .En esos momentos y en tiempo de espera acostumbro a echar una ojeada al móvil, leer alguna noticia, mirar el correo o simplemente observar el paisaje humano. Cerca de mí se sentaron dos trabajadores. A juzgar por el uniforme que llevaban, debían ser de alguna empresa externa del hospital en funciones de mantenimiento. Su conversación rápidamente entró en mi radio de acción mientras seguía echando una ojeada al móvil. «¿Sabes que pasa? Es que yo soy libertario» exclamó uno de los trabajadores, el de más edad y ostentosos tatuajes en los brazos. La afirmación en los tiempos que corremos hizo que mis oídos se agudizaran aún más si cabe ante la inesperada conversación. La palabra libertario no recordaba haberla oído desde que asistí a un mitin del movimiento anarquista que contaba como estrella invitada a la que fue ministra de la República, doña Federica Montseny. Esto de las demandas de libertad ya sabemos que con toda esta cosa de la pandemia está de rabiosa actualidad y la bandera libertaria cada dos por tres es enarbolada por la derecha y sus satélites como inicio de la reconquista contra el infiel social-comunista. Cualquier libertad, grande, pequeña, a cuadros o lunares, es buena con tal de darle su merecido al pérfido gobierno de coalición.

Mis vecinos, mientras descansaban de la dura jornada laboral, continuaron repasando estos tiempos convulsos y revueltos. «La culpa la tiene la derecha cobarde» soltó uno de ellos como el que no quiere la cosa. Mi oído interno comenzó a emitir señales de humo. Esto de la «derecha cobarde» me sonaba a algo conocido y echando mano a mi hemeroteca emocional recordé que el presidente de Vox, el fornido Santiago Abascal, en más de una ocasión había usado la expresión para referirse al Partido Popular y Ciudadanos. Como aquellos compañeros de colegio que siempre tenían en la boca: «¡cobardica, cobardica!»si no estabas dispuesto a seguir sus instrucciones. Seguramente los padres de estos dos trabajadores tan ilustrados en la actualidad política, en el pasado habían sido votantes de la izquierda y abrazaron con ilusión aquel Partido Socialista que barría el mapa electoral en las elecciones de 1982 y hasta es posible que militaran en Comisiones Obreras o UGT. Están harto estudiados los vaivenes electorales que en periodos de crisis se producen entre los votantes pertenecientes a las llamadas clases populares. Ya es un clásico de la sociología electoral histórica recordar cómo los votantes del Partido Comunista Francés en un momento determinado abrazaron con entusiasmo las soflamas del padre de Marine Le Pen. Y ya no les digo, si nos remontamos a la Alemania de los años treinta, cómo sus ilustres ciudadanos pasaron de la noche a la mañana de votar al partido comunista al partido del señor Adolf Hitler.

Dejé a mis queridos vecinos con sus reflexiones matutinas. No sé si seguirían comentando las últimas previsiones del Fondo Monetario Internacional, la instauración del imperio animalista en España por culpa de las ministras de Unidas Podemos o la última ocurrencia de la presidenta de la Comunidad de Madrid. Me acordé de esos vándalos y escuadrones fascistas, que en nombre también de la libertad, habían asaltado la sede del sindicato CGIL en Roma hace unos días y me imaginé si algo parecido llegase a suceder entre nosotros. De momento ya llevamos mucho tiempo viéndolos con motivo de alguna efeméride cómo campan con sus símbolos y banderas fascistas como Pedro por su casa en nuestras calles o le parten la cabeza al oponente político que se cruza en su camino.

Recordé una canción que cantaba el grupo Quilapayún allá por los primeros años setenta que decía algo así: «¡Que lindas son las obreras / bajo las estrellas/ trabajando noche y día / bailemos con ellas». De momento el salón de baile permanece cerrado por obras a falta de una profunda reforma interior.