El dolor del asesinato de cada mujer nos golpea cada día y también muchas veces con ellas sus hijos e hijas o también asesinan a sus hijas e hijos y a ellas no, pero en esta situación (violencia vicaria) las matan en vida. Estos asesinatos son la decepción de una sociedad que no estuvo a la altura, de familias, amistades, instituciones y recursos que no supieron o no quisieron alzar la voz y, en ese caso se pusieron al lado del agresor normalizando gritos, insultos, peleas, palizas, lágrimas y torturas que les segaron la vida.

Se nos llena la boca explicando qué es la violencia, de cómo el maltratador aísla a su presa dejándola lo más indefensa posible, justificando sus conductas y callando los gritos del miedo de las mujeres que la sufren. Responsabilizamos a la educación, a los medios de comunicación, a la administración, a los recursos pero… ¿Y quién pone el foco en ellos? ¿Quién para el altavoz de la extrema derecha que llega a justificar y a negar esta violencia? ¿Qué hacemos con sentencias que niegan la violencia, que además se ríen de ellas, las llaman mentirosas y les arrancan las custodias de sus hijas e hijos, para que su tortura sea más larga en el tiempo?

No somos capaces de llegar a las mujeres de todas las edades para que puedan poner fin al maltrato que sufren, no somos capaces de explicar que no haya motivos que las impida salir de estas relaciones de control y miedo, no llegamos a ellas para que sepan que de la dependencia emocional y también de la económica se sale, que las mujeres no mueren por estar enamoradas de un maltratador, que a las mujeres no se las abandona por dejar una relación y no poder pagar una hipoteca, hay recursos -cierto mucha burocracia para poder utilizar bien los fondos-pero de la dependencia económica se sale, de la emocional también, de la muerte no.

Sufrimos una pandemia que se ha llevado la vida por delante de muchas personas, la pandemia del terrorismo machista es más oculta, más silenciosa y, desde luego más evitable, es una asesinato premeditado y llevado a cabo en el hogar por el hombre que dijo querer a la mujer que asesina o maltrata y que lo lleva planeado durante un tiempo, ojalá los indicios de esta pandemia fueran más visibles y denunciables, como hacemos cuando alguien no lleva mascarilla en un lugar público, o tiene síntomas de la enfermedad, ojalá los síntomas del machismo asesino derivaran en un tratamiento que pusieran a las mujeres en protección e información de una manera más rápida y eficaz y diera paso a una vida libre para ella y, sus hijas e hijos.

Sabemos lo que necesitamos, una educación en valores desde edades tempranas que eliminen roles y estereotipos y expongan los riesgos del amor romántico, necesitamos una verdadera formación efectivo-sexual, pero no una charla no, una formación con perspectiva feminista al profesorado, a los medios de comunicación a los operadores jurídicos y a las familias.

Esta navidad habrá muchas sillas vacías, ellas no volverán, ni esta ni ninguna navidad.