Uno puede estar ya camino de la cuarentena y sorprendentemente descubrir cosas esenciales del funcionamiento del día a día. “¿Cómo no he sabido yo esto antes?”, te preguntas interiormente. Algunos dicen que el racismo, así como la homofobia o el machismo, se curan leyendo o viajando. Estas enfermedades sociales, sin embargo, no se curan tan fácilmente y hace falta mucha más educación por parte de la sociedad que solamente esos dos factores, viajar o leer. Sin embargo no hay que minusvalorar todo el potencial educativo que tiene conocer otras realidades, ya sea desplazándose físicamente a otros países o mentalmente a través de los libros. A pesar de haber cursado estudios históricos (cierto es que especializados en historia contemporánea y no antigua) no había llegado a las nuevas aseveraciones que desvelan que la historia de Rómulo y Remo en la creación de Roma ocultaba el machismo estructural que a menudo se traslada a través de los relatos históricos configurados por los vencedores, por supuesto, pero también por hombres. Es decir, por los vencedores siempre masculinos.  Como reflexiona el editor Virgilio Ortega “lupa” era una de las formas para nombrar a una “puta” y de ahí procede la palabra “lupanar”. A Rómulo y Remo los amamantó una mujer prostituida, que los recogió y los cuidó. “Pero luego llegan los romanos y en una operación de marketing muy clara piensan: "¡No vamos a decir que somos unos hijos de puta!". Entonces se inventan la historia de la loba, que es de origen etrusco”. Traducen lupa por loba y no por prostituta. Un cambio etimológico para ocultar, una vez más, a las mujeres, en este caso a una mujer obligada a la prostitución. La capacidad de crear el relato histórico aporta herramientas de control del futuro a través de una dominación del imaginario colectivo, es decir, las justificaciones cimentadas en el pasado ofrecen una proyección mental del futuro. Aquellos que pensaron en el mito de Roma vieron más adecuado la tergiversación de la historia para evitar que fuese una mujer la heroína. El monopolio de la mentira en manos del machismo.

Algo similar está haciendo la extrema derecha neofascista (y algunos historiadores cómplices) cuando habla de reconquista para trasladar el relato de que había una vinculación entre el mundo existente en la península ibérica anterior a la llegada de los musulmanes y aquellos que lo poblaban ocho siglos después cuando fueron expulsados mediante las armas. No. El término reconquista no cuenta con un tufillo facha (demasiado osado) pero si la interpretación y el uso que de él se hace. Respeto máximo por el historiador Eduardo Guillot, vilipendiado estos días por el fascismo mediático. España no nació en Atapuerca y quienes defienden la reconquista como término buscan un relato que cimente considerar extranjeros a aquellos que poblaron el territorio peninsular durante muchos siglos, en un intento de criminalización de los musulmanes de la actualidad. Recuerden, cualquier mirada política al pasado cuenta con una intencionalidad presente.

Paralelismo similar se puede realizar con la conquista de América, para algunos hoy intocable a pesar de que el fraile dominico español Bartolomé de las Casas relató en su “Brevísima relación de la destrucción de las Indias” de 1552 que los cristianos “con sus caballos y espadas y lanzas comienzan a hacer matanzas y crueldades extrañas en ellos. Entraban en los pueblos ni dejaban niños, ni viejos ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban y hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. Hacían apuestas sobre quién de una cuchillada abría el hombre por medio o le cortaba la cabeza de un piquete o le descubría las entrañas. Tomaban las criaturas de las tetas de las madres por las piernas y daban de cabeza con ellas en las peñas”. La Historia está para contarla, no para prostituirla a interés propio.