Me han llamado mucho la atención las declaraciones que hacía recientemente el filósofo José Carlo Ruiz, en un medio de comunicación al presentar su último libro dirigido al público más joven, Cocola y las Gafas Asombrosas. La obra es fruto del proyecto pedagógico El arte de pensar para niños; puesto que, en opinión de Ruiz, «no había apenas cuentos que tuviesen los elementos del pensamiento crítico bien definidos». Hay una carencia del asombro en el día a día, y sin embargo, «es fácil asombrarse de lo excepcional, pero recuperar el asombro por lo cotidiano es más difícil», asegura Ruiz.

El filósofo insiste en su libro en que «hay que poner en valor la atención plena a nuestros hijos porque la atención es el nuevo dorado». Me encanta el concepto de atención plena, que también se recoge en el mindfulness, que tan de moda está en la actualidad, y que como explica el doctor Mario Alonso, la persona que practica esta técnica de relajación no lleva el «gorro de juez» sino el «gorro de explorador». Una exploración hacia nuestro interior más profundo.

En la actualidad nos encontramos con una desescalada de la pandemia Covid-19, que tantos muertos ha ocasionado y tanto sufrimiento ha dejado en las familias. Ahora que comienza la recuperación económica y social, como dijo Steve Jobs, en una conferencia en 2005 «a veces la vida te pega en la cabeza con un ladrillo». En este caso nos envuelven los estertores de una guerra vecina en Ucrania. Pero, «tampoco podemos cerrar los ojos y mirar a otra parte», como me decía una amiga el otro día. Tenemos la obligación de no perder la atención del conflicto bélico que ha abierto una herida profunda en la vieja Europa. Una guerra que está provocado una crisis humanitaria sin precedentes tras los continuos bombardeos a edificios civiles; y el éxodo masivo de las mujeres con sus hijos e hijas que han tenido que dejar su hogar, mientras los hombres se quedan para combatir la invasión de los rusos de Putin.

La atención es nuestro dorado, como decía José Carlos Ruiz, remueve ese espíritu crítico que anida en nuestro interior y que tiene que aflorar más a menudo. No podemos estar pasivos frente al desastre humanitario que han provocado los señores de la guerra, porque para nuestra desgracia son hombres quienes están al frente de las decisiones de mover el contingente bélico y tomar las decisiones. La memoria histórica nos recuerda que al frente de todas las guerras y/o acontecimientos sangrientos siempre hay hombres, como Hitler, Franco, Mussolini, Stalin, Napoleón, Pinochet, etc., por no citar el largo número de emperadores romanos.

Mantener la atención, no es un asunto baladí, por eso me gusta la idea de no perder la atención por las cosas que nos rodean, las personas a las que quieres, a nuestros hijos e hijas, a nuestros mayores… y a nuestros amigos. Quiero recordar que Marco Tulio Cicerón (106 a.C.) ya nos preveía de que «no hay nada más difícil que mantener la amistad hasta el último día de la vida». Tampoco debemos perder la atención de los acontecimientos que nos rodean … ni perder la atención en nuestros políticos a quienes tenemos que apoyar si se lo merecen y desaprobar a quienes no se lo merezcan por sus desatinos en la gestión y/o abusos de poder y corruptelas. No debemos perder la atención ni mirar al otro lado como si no pasar nada en acontecimientos tan importantes como la invasión rusa en Ucrania.

Epicteto (55-135) filósofo griego de la escuela estoica, en su Manual de vida se preguntaba: ¿En qué reside el mayor bien y el mayor mal de los hombres? La respuesta la podíamos encontrar en el momento en el que se pierde el respeto, la lealtad, la inteligencia; ya que, si «se echa a perder y es conquistada, entonces también él se echa a perder». En la guerra solo hay perdedores, señor Putin y usted es el primero de ellos.