No corren buenos tiempos para las certezas y tampoco para sentar cátedra con las certidumbres, constantemente estamos sometidos a acontecimientos que superan a la imaginación y los peores presagios.

Una de las señas de identidad del presente siglo es la de mantenernos siempre alerta, inquietos con la preocupante sensación de que algo se mueve bajo nuestros pies. El siglo anterior, al menos en su segunda mitad, parecía haber escrito, en la vieja Europa, unas reglas de juego que resultaban realmente interesantes para terminar con las incertidumbres. El balance ha sido positivo, se acabaron enfrentamientos seculares en el centro de Europa, conseguimos alcanzar niveles de vida y de satisfacción que nunca antes el ser humano había logrado, hemos garantizado el derecho a cosas tan básicas como la sanidad, la educación, las pensiones y todo esto mediante unos sistemas políticos en libertad y el acceso pleno a los derechos humanos. Ahora resulta que aquello que creíamos que era la meta solamente es una estación más, hemos visto tambalearse los sistemas sanitarios en países desarrollados, las garantías democráticas corren riesgo con los populismos ultraconservadores que empiezan a ocupar espacio en numerosos parlamentos y además nos enfrentamos a un terrible dilema, una guerra, que empieza a parecerse a todas las anteriores, nos lanza el mensaje del horror y la lección de fondo que tenemos que aprender: si quieres la paz prepárate para la guerra, necesitamos ser más fuertes, no podemos estar sometidos al riesgo de que el matón de turno se quiera meter en nuestra casa. Maldito mensaje que está calando en las mentes y también en los presupuestos de los países miembros de la Unión Europea. Evidentemente, la ecuación resulta sencillísima de resolver, todo lo que dediquemos a matar lo vamos a detraer de aquello que antes dedicábamos a salvar vidas, no parece un juego del que nos vayamos a sentir orgullosos ya que nos sitúa frente a una terrible contradicción, blindarnos o cuidarnos. Seguramente entre las víctimas de esta guerra, también, tendremos que añadir una parte de nuestro bienestar.