Imponer el silencio y hacer callar a las mujeres es una práctica sexista que se reproduce a nivel privado y público. Por lo general el prototipo mediático de mujer que agrada, es aquel que la muestra silenciosa y complaciente con lo que digan de ella. Por contra, resulta molesto que una mujer tenga opinión y mucho más si la contrapone en clave de humor a una institución que no es ajena al machismo milenario que permea a la sociedad entera. Esto es lo que ha ocurrido con la exposición que la humorista argentina Diana Raznovich ha presentado en Mallorca. Una muestra que ha sido organizada por el Instituto Balear de la Mujer y en la que el gobierno balear ha censurado una de sus viñetas. En concreto, aquella que hace referencia a un juez que no cree que una mujer, magullada y con el brazo en cabestrillo, haya sufrido violencia de género por presentarse viva delante de él. El motivo por el que fue retirada la viñeta fueron las quejas de varias asociaciones judiciales y la de un partido político que niega este tipo de violencia específica que sufren las mujeres por su condición de ser mujer. Una censura que no se había dado en las otras ocasiones en la que esta exposición, de carácter itinerante, se había exhibido. Un recorrido de casi tres años en el que nunca hubo problema y que pudo contemplarse en varios entornos institucionales y culturales. El que ahora haya suscitado suspicacias y haya incomodado a una parte de la judicatura es un indicador más del déficit democrático que va asentándose con comodidad entre la clase política.

Ni que decir tiene que la violencia de género es un tema muy doloroso que afecta al bienestar de la sociedad entera. Por este motivo, hace falta una mirada que denuncie con distensión la incongruencia de ciertas actitudes sexistas que pasan desapercibidas a diario. Se trata de sacar a la luz esos gestos y esas expresiones tan sutiles que no llegan al nivel de la evidencia. No hay que perder de vista que esta exposición lleva por título: Negar la violencia machista es bastante violento. Y tampoco hay que olvidar que en su conjunto trata de los micromachismos cotidianos que perviven en la actualidad y que alcanzan a todas las instituciones y a todas las personas por la socialización de género recibida. En este contexto, hay que leer la utilidad social que tiene el humor para mostrarnos las contradicciones en las que incurrimos en temas vinculados a la violencia machista. Lo cómico puede ayudarnos a ver las cosas desde otra perspectiva y hacernos avanzar en el diálogo y en la comprensión del problema. Algo que ya analizó el filósofo Henri Bergson que consideró que la risa puede dejar al descubierto el despropósito de ciertos automatismos en la manera de pensar o de enfocar una situación. De ahí que quienes no admiten la burla o la broma, funcionen a modo de autómatas rígidos que no saben ponerse en el lugar de los demás. En este caso de ellas porque son quienes padecen este tipo de violencia estructural y sistémica como demuestra que las víctimas tengan nombre de mujer.

A estas alturas, la viñeta ya se ha hecho viral y ha podido ser contemplada por muchas más personas de las que hubieran transitado por la Estación Intermodal de Mallorca donde estuvo expuesta. Un efecto contrario al deseado por quienes se escandalizaron y quisieron retirarla y ocultarla. Sin quererlo, han contribuido a difundirla y hacerla más visible. Por otra parte, hay que destacar que la humorista no criticó a toda la judicatura sino a algunos jueces como aquel que, tras ver los vídeos de la violación múltiple del caso conocido como la Manada, observó indicios de placer en la víctima y quiso rebajar las penas de los violadores. La autora no quiso hacer una sinécdoque visual y tomar el todo por la parte o la parte por el todo. No puede decirse lo mismo de quienes se rasgaron las vestiduras y lo interpretaron así, reforzando la idea de un gremio intocable en el que unos tienen la fama y otros cardan la lana. En este asunto Diana Raznovich, desde la flexibilidad y la elasticidad propia del humor, ha hecho sonreír a quienes saben que aún quedan muchos reductos sexistas que hay que combatir y seguir denunciando. La prueba es que sus dibujos son cada vez más aplaudidos en medio de un ambiente de complicidad e hilaridad. En definitiva, puede decirse que con la viñeta censurada ha vuelto a acertar dando en el blanco de la diana.