El 19 de Abril tuve noticias via el semanario norteamericano The New Yorker del informe del Citizens Lab asociado a la Universidad de Toronto: CatalanGate Extensive Mercenary Spyware Operation against Catalans Using Pegasus and Candiru. Antes de dar credibilidad a este informe pretendidamente científico, recordar que aunque The New Yorker sea un medio importante, no tiene autoridad técnica alguna, a la hora de adjudicar algún tipo de solvencia técnica [1]. Estamos en tiempos de wokismo americano, el movimiento que pretende inmiscuirse en nuestra vida para ‘hacer justicia’. Me puse a estudiar el texto del informe firmado un día antes, 18 de Abril. La conclusión de aquella lectura fue que desde el punto de vista metodológico, nada se demostraba con seriedad científica, que incluía un gran número de inducciones dudosas entre ellas sus propias conclusiones.

Como lector pesaba sobre mí una de  las noticias más importantes de 2021 del sector -una investigación realizada por The Guardian y otras 16 organizaciones de medios de comunicación, publicada en julio- que sugirió que más de 30.000 activistas de derechos humanos, periodistas y abogados de todo el mundo podrían haber sido objeto de ataques con Pegasus. El informe, denominado Proyecto Pegasus, afirmaba que el malware se desplegó ampliamente a través de una variedad de exploits, incluyendo varios zero-click, zero-days de iOS (disculpas por las tecnicalidades, pero el periódico tiene la limitación del papel disponible). Ahora aquello se enlazaba con el procés y el titulo de CATALANGATE elegido por la Universidad de Toronto era implacable.

               Sabiendo que es perfectamente posible escribir los rastros de una infección de Pegasus en un teléfono digital y que el número de licencias de este programa espía es mucho más numeroso de lo que declara su fabricante NCO (por esta razón acababa de ser puesto en una lista negra por parte de la Administración Biden)  pensé que debía exponerlo en este periódico. Tantas eran las incongruencias, que me decidí por un título mas bien capcioso, no sé si afortunado, “El espionaje de los hermanos Marx”.

               Cuando se publicó que el ministro Bolaños iba a reunirse el domingo 24 de Abril, en Barcelona, con la Generalitat catalana pensé que los informáticos de La Moncloa, obviamente más actualizados que un modesto jubilado, le habrían proporcionado argumentos del tipo fr que los explicado desde un periódico regional. Nada de esto fue así. Decidió dar como “palabra de dios” lo que había escrito la Universidad de Toronto. Pensé que tenía mucha más información que la de alguien que vive en provincias. Pero no. Simplemente vimos a un político superado por las circunstancias, por utilizar una expresión benévola.

               Lo que siguió lo conocen bien. Lleva a la Audiencia Nacional una supuesta exfiltración de datos del teléfono del presidente del Gobierno y de la ministra de Defensa. Reúne la Comisión de Secretos Oficiales para oficializar que, con autorización judicial, se ha espiado a 18 ciudadanos catalanes de la lista de 65 de la que hablaba la Universidad de Toronto. La crisis institucional se convierte en una posibilidad; el papel de Marruecos, un rumor sin demostrar, y lo más duro para el abajo firmante, el relato del independentismo va camino de dar total validez al documento de Toronto. “Si han espiado a 18 de los 65 con autorización judicial, el resto pueden haberlo hecho como consecuencia de ello”. Material de primera, para independentistas.

               Por si fuera poco, los autores del Catalangate no podían dejar de hacer sangre y desprestigiar el trabajo del CNI, culpándole de incapacidad para descubrir este tipo de ataques y pidiendo que sea una institución independiente la que confirmara sus datos. Espero que se refieran también a los suyos propios. Para añadir más leña al fuego, el abogado de Puigdemont en su denuncia ante los jueces españoles por el espionaje, reconocido ante el parlamento, ha pedido que se llame como testigos a los autores del laboratorio canadiense: “Que se tome declaración, en calidad de peritos, a los expertos de Citizen Lab, John Scott-Railton, Bill Marczak, Bahr Abdul Razzack, Siena Anstis, Gözde Böcü, Salvatore Solimano y Rono Deibert, autores del informe pericial que se adjunta a la presente querella”.

               Aquí me tienen, subido en una caña. En un país en que cientos de opinadores ofician de sabedores, como hace meses lo hicieron súbitamente sobre virología y vulcanología; con un Gobierno que con tal de mantener la continuidad de una legislatura está dispuesto a ignorar cualquier argumento que pueda molestar la seguridad de una docena de votos; a un representante de un partido gubernamental, con una sólida formación científica e investigador del CSIC, que decide pedir cabezas basándose en la información de un seminario “progre” americano; a Apple, WhatsApp y toda la colla de Bigtechs vendiendo sus sistemas a millones de consumidores que se escandalizan cuando se enteran de que pueden ser espiados, etc.

               Sin embargo permítanme que me mantenga en mi análisis a expresado en un total de cinco reflexiones publicadas estos días en Levante-EMV y que vaya un poco más lejos:

1) La Universidad de Toronto con sus informes falaces ha tomado partido por la independencia de Cataluña y ello ha ocurrido con el silencio de la embajada de España en Ottawa.

2) La Universidad canadiense de una forma u otra se disculpará.

3) Nada se demostrará judicialmente a partir de lo que se dice en el documento Catalangate. Es técnicamente imposible.

4) El presidente Sánchez no va a salir de esta, y con él la confianza en el PSOE, mientras no reconozca que algo muy serio ocurrió en este país, con motivo del procés. Tiene derecho y debe intentar resolver el problema catalán, pero no asumiendo que somos imbéciles y que cualquier personaje mediático puede mofarse de la capacidad técnica de los españoles.

               Puesto que “al buey por el asta y al hombre por la palabra” puede que uno tenga que arrastrar con 71 años, el mal trago de haberse equivocado.

[1] Repetición de una nota para seriofilos: El pasado dia 20, Disney estrenó The Dropout: auge y caída de Elizabeth Holmes, basada en la supuesta científica Elizabeth Holmes (ya condenada) y su empresa Theranos (que engañó incluso a ex secretarios de Estado de EEUU, que invirtieron sin conocimiento alguno, creyendo que la empresa podía hacer todo tipo de análisis clínicos a partir de una gota de sangre). En el Capítulo 6 encontrarán un diálogo en el que se cita la opinión de The New Yorker (el medio que ahora, en España, se ha dado como gran referencia) como una referencia solvente para comprar acciones del potencial Unicornio, dando por sentado la gran capacidad y futuro que tenía la protagonista.