Sus puertas jamás estarán cerradas, pues allí no existe la noche». Apocalipsis 21:25

Vuelan los días y todo parce alejarse, pero todo pasa por el corazón y en él permanece. La visión que nos llega de otros momentos, rompe la oscuridad. La realidad que subyace en el fondo de nosotros mismos nos permite ver la claridad del momento. La claridad estaba en ese día del viernes 20 de mayo. Hacía ya un año que se nos había ido el Poeta. Me acerqué al cementerio a las 5.30 como había quedado con los «Incondicionales» de ELCA, me sorprendió que solo fuéramos 10 personas.

Pensé en su epitafio: «Como si nada hubiera sucedido». Y continué el poema que seguía en mi mente: Habla de mí nada al vivo/ y él se asoma a un espejo/ que no refleja a nadie/ cerré los ojos y su profunda mirada lejana y oscura me devolvió un remoto pasado.

Recordé que ya 1984 en el desaparecido periódico Noticias decía: «Brines es uno de los mejores poetas españoles y eso hay de decirlo bien alto». Ya había obtenido varios premios. Sin embargo en nuestra tierra poca gente lo conocía y ha tenido que obtener el premio Cervantes para que la sociedad se moviera y se hiciera un reportaje sobre Él. Cercano ya a la muerte, fueron los Reyes a entregarle el premio a Elca, como fueron a Cataluña a entregárselo al poeta y arquitecto Joan Margarit. Pero en el bonito reportaje que se le ha dedicado a Nuestro Poeta se ha obviado el patio cubierto de verde y flores de pascua, donde los reyes le entregaron el premio Cervantes. Oliva se volcó a recibirlos y tanto a los Reyes como a Brines se les vio felices.

¿Somos, a veces, «beatos» de nuestras ideologías?

La poesía, a mi entender, tiene una ambición hermosa, su armonía por esencia, prepara y solicita la armonía para todas las relaciones humanas. No sé si desvarío, o solo sueño. Los pueblos representantes de la civilización se deberían comunicar lo más posible, no solo por el intercambio de inventos y de sus riquezas industriales, sino, sobre todo, por el más elevado comercio de la inteligencia, la belleza de las artes y de los corazones.

El Cementerio, a esa horas, era silencio (mi abuela le llamaba «El Campo Santo»). En el pensamiento de cada uno de los que allí estábamos, seguramente, giraba una misteriosa intimidad. Se cruzaban miradas cómplices. «No tuve amor a las palabras…» Así comenzaba un bello poema de Brines, «El porqué de las palabras».

Nos acercamos al gran Panteón y sobre la tierra se depositaron las flores. La puerta estaba cerrada. Paco la hubiera tenido abierta a la amistad, porque Él amaba a quien le amaba. Lorca dice en un poema: «La puerta es siempre la clave/de la leyenda/ Rosa de pétalos/ que el viento abre / y cierra. (La puerta abierta)

Una curiosidad nos llamó la atención: sobre unas flores el libro; «Donde muere la muerte» estaba abierto con una tarjeta: «Generalitat Valenciana. El President». Estaba escrita con su puño y letra. El President Puig se había acercado al panteón sin ningún protocolo, por la mañana, en solitario… «Este precioso libro, decía, no lo llegaste a ver, querido Paco «Donde muere la muerte». Esos versos tuyos resuenan hoy como una verdad rotunda.

No hay muerte para la poesía. Hoy tu voz sigue sonando. Bella y profunda, eterna.

Y no hay adiós que la acalle.

«Un fuerte, abrazo, y sigo escribiéndote en los versos, amigo».

Gracias President. Abriste la puerta cerrada.