La educación es tema de permanente discordia desde la transición. La necesidad de que la educación nazca de un pacto social cayó en el olvido y actualmente cada propuesta educativa es motivo de desavenencias. Hay problemas de base. Tan sólo recordar que, aunque se hable del ‘sistema educativo español’, lo cierto es que cada Comunidad Autónoma tiene suficiente libertad como para hacer uno realmente característico y propio. Recuérdese que las CCAA monolingües comparten aproximadamente el 60% del diseño curricular y, las bilingües el 50%. Las propuestas del Gobierno central acerca de líneas genéricas a seguir en la educación en las CCAA parece que se hacen más por ‘hablar por no callar’ que porque tengan un impacto real. Cada comunidad, no nos engañemos, hará las adaptaciones que les parezca pertinentes y adelante con la educación: en cuanto se cierran las puertas de las aulas o de los centros escolares, el mundo es muy libre. Únicamente temas candentes, como el del uso del español (o, mejor dicho, su rechazo) o alguna que otra sandez vista en borradores de los posibles libros de texto, son noticia y llenan el debate. Parece como si les interesara mucho la educación a nuestros políticos, pero si les importara de verdad dejarían a los profesionales –maestras y maestros, profesorado de secundaria, formación profesional, investigadores universitarios y educativos- que organizaran un debate en profundidad acerca de qué y cómo enseñar para preparar adecuadamente a las generaciones que vivirán el futuro y lo tendrán que ir rediseñando cada día con sus aportaciones.

La volatilidad de los cambios científicos, tecnológicos y sociales es de tal magnitud que lo que podamos enseñar hoy estará desfasado en menos de 3 o 4 años. Ni tan siquiera tenemos la seguridad de que la formación inicial del profesorado sea la adecuada para enfrentar el hoy. Y eso no se arregla con la formación permanente del profesorado. Si no hay una buena formación inicial, lo demás no llega a calar suficientemente y, en muchos casos, queda como un parche.

Junto a este problema, persiste la desorientación: ¿qué va antes el carro o los bueyes? Está claro que el Estado de las Autonomías es casi como un Estado Federal, pero descompensado en el que algunas CCAA tienen más atribuciones, mejor financiación, etcétera, que otras. Obviamente, si lo deseable es arreglar lo que corresponde al Estado, lo primero será aclararse acerca de qué estado queremos organizar. La dialéctica entre incrementar la centralidad o las autonomías, no sabemos si se decantaría hacia un mayor federalismo. Lo primero no parece viable. Si se opta por una opción más federal, habrá que asegurar que se da una distribución más justa y equitativa entre las CCAA (recuérdense las disputas por la financiación autonómica). Obviamente, si se incrementan las atribuciones de las CCAA, ¿seguirá siendo un debate el sistema educativo español? o ¿tendrá tanta flexibilidad y tan pocos elementos en común que tratarán de acordar un conjunto de criterios y estrategias que permitan el reconocimiento mutuo entre CCAA y la movilidad de los españoles dentro de nuestro país, como ocurre entre países europeos? Sería conveniente tratar los temas en el orden lógico más apropiado, pues seguir con disputas estériles lo único que produce es desconcierto y hartazgo entre el profesorado, problemas entre partidos y entre CCAA y crispación social.

Algunas de las cosas presenciadas recientemente parecen de broma. Por ejemplo, el lenguaje inclusivo en las matemáticas, resaltando que LAS integrales o LAS derivadas son en femenino, o si hay que quitar la regla de tres (una estrategia de pensamiento común, de uso frecuente en muchos usos cotidianos) o para qué sirve la raíz cuadrada (usos que no les han enseñado, o no se acuerdan de ello, pero sirve) o seccionar la historia o la geografía para enaltecer lo que interesa desde algunas posiciones partidistas o CCAA o dejar optativa la Filosofía, como si enseñar a pensar fuera algo opcional en educación. Todo parece un chiste. La situación actual es ya alarmante. A día de hoy aún no están publicados en el DOGV los diseños curriculares definitivos para la ESO y el Bachillerato. Se han remitido borradores, con los que habrá que hacer horarios, planificar y preparar la docencia, pero los diseños definitivos debían haberse pasado a directores de centros en enero. En esta tesitura, la Consellería de Educación ha tenido que montar sesiones de formación para el profesorado, dado que el currículum se publicará en julio. La clave de las prisas es que se quiere que esto esté ya funcionando antes de las elecciones del 2023. Los tiempos de los partidos no respetan los períodos necesarios de la sociedad para hacer bien las cosas y, al final, cuando haya un cambio de gobierno –sea del color que sea- estaremos como en las películas de serie B de los domingos por la tarde, veremos: ‘one year later’…un año después ‘nos vendrán con otros cambios en la educación’.