De nuevo una plaza a debate público. Imagino que en las últimas semanas habrán sido testigo de las críticas que ha recibido la remodelación de la plaza de la Reina. Durante muchos años, antes de que la València de Calatrava se convirtiera en reclamo fotográfico, era la postal más buscada. Hoy, además de albergar un tesoro arqueológico es junto a la plaza del Ayuntamiento, una de las obras más discutidas. Es cierto que ha sacado a la luz nuevos vestigios de gran valor histórico, como estructuras de hábitat de época islámica, construcciones tardorromanas y piezas cerámicas. No lo digo yo, lo dicen los especialistas que han trabajado durante meses en las excavaciones. Está muy bien eso de que aparezcan restos de todas las civilizaciones que han pasado por nuestra ciudad pero entenderán también que esa metamorfosis ha hecho que pierda la esencia que la hacía un icono de la ciudad. Ahora, su remodelación, la ha convertido en una plaza cualquiera de un sitio cualquiera y la ha despojado de sus raíces. Y a ver como sortean los falleros y falleras los bolardos de cemento y maceteros en la Ofrenda de las próximas Fallas.

Críticas hay para largo. Las últimas, han llegado por parte de Unidas Podemos, que la calificaban de “anacrónica” y del Partido Popular que la asemejaban con un “secarral” y la tildaban de “decepcionante”. Y les diré que esta vez, estoy de acuerdo con ellos. Su aspecto deja entrever un espacio diáfano en el que le falta jardín y sombra. Y entenderán que su apertura llega en el peor momento. En pleno verano y con ola de calor apretando sin dar tregua. ¡Qué controversia! Por más que el concejal de Movilidad, Giuseppe Grezzi exhiba en Tik Tok su proyecto y presuma de devolverle a la plaza los dos conjuntos de raíles que se entrecruzaban en el centro de la plaza. Veríamos qué pensaría María Mercedes de Orleans, quien le da nombre a la plaza, si la viera ahora.