Hace unos años, cuando querían decirnos que habían sido maltratados por alguien, nos decían «…es que me han tratado como a un perro». La verdad es que esa frase actualmente, si la usamos, es difícil que algunos jóvenes le atribuyan ese significado. Esto se da porque generalmente las personas hemos ido mejorando nuestra forma de tratar a los animales, en especial a esas mascotas leales que, en muchos casos, centran nuestros afectos. Hoy se trata, en muchas ocasiones, mejor a los perros que a algunas personas.

Cada día se ve a más personas paseando a sus perros y, además, se observa con satisfacción que se han interiorizado conductas cívicas que hace pocos años no se daban. Era frecuente que pudiéramos sufrir un resbalón en la calle por pisar la caca de un perro que, en realidad, deberíamos identificar como la mierda del dueño del perro (con perdón) que, además, nos la llevábamos pegada en la suela del zapato; o bien, oler el aroma ácido del orín reseco por el sol en las paredes, junto al portal de casa o de algún comercio. Actualmente, los dueños de mascotas suelen mostrar mejor educación: recogen los excrementos, en ocasiones rocían con agua el orín para diluirlo, no dejan que excreten sus cosas delante de portales, en medio de las aceras o delante de puertas comerciales, no permiten que orinen en las paredes o en las ruedas de coches, los pasean bien controlados, atados, y no permiten que molesten a otras personas, etcétera. No obstante, es verdad que aún quedan maleducados que siguen haciendo lo de antaño. Está claro: no todo es perfecto, pero la sociedad siempre debe aspirar a mejorar.

Junto a esta educación ciudadana, fruto de la concienciación estimulada por la misma sociedad y apoyada desde municipios, medios de comunicación y escuelas, se suele dar una atención adecuada para asegurar que las mascotas (normalmente perros y gatos, aunque hay mascotas más exóticas) estén bien cuidadas por veterinarios. Todo parece que va por buen camino, aunque aún te pueden «dejar tirado como a un perro»; pero, junto a esto, se están incrementando las adopciones de perros en lugar de comprar esas vidas que merecen ser respetadas y cuidadas. La adopción es otro signo de sensibilización ciudadana.

No es fácil explicar los motivos de la eclosión de bondad en el ser humano que nos lleva a dar un mejor trato social de los perros (y gatos). Parece que, junto a los aspectos educativos mencionados, se dan circunstancias sociales que lo favorecen. Actualmente llegar a tener hijos se ha convertido en un deporte de riesgo, pues los jóvenes tardan mucho tiempo en tener una posición económica que les asegure que podrán darles lo que necesitan. Educar a un hijo es muy caro y, por tanto, si no hay bastante seguridad de que puedan hacerlo dignamente, simplemente no los tienen. Otro obstáculo más para tener hijos es consecuencia de la incorporación de la mujer al trabajo fuera del hogar, al no haberse acompañado adecuadamente de medidas que coadyuven a la conciliación de las vidas familiar y laboral.

Que las personas jóvenes vivan solas es cada vez más frecuente. Muchos tardan demasiado tiempo en consolidar una pareja. También hay parejas que, al divorciarse, se encuentran de pronto con la soledad. Para quienes viven solos las mascotas son fundamentales: afecto y compañía.

Asimismo, las personas mayores pueden quedarse solas. Si únicamente tienen hijos, suelen estar disponibles, para lo que necesiten sus hijos y, si son abuelos, están para ayudar a cuidar a los nietos. No obstante, también es cierto que tampoco es como antes. Algunos están muy solos y las mascotas acaban siendo su mejor compañía. Y, finalmente, otros, se van haciendo mayores sin vislumbrar en el horizonte cuando tendrán nietos. Por eso, es frecuente ver a muchas personas mayores ejerciendo de tales, pero con sus ‘perrinietos’. Estamos en un momento difícil de la historia en el que parece que las etapas o ciclos climáticos, sociales, económicos y personales están desorientados y acaban adecuándose las nuevas realidades salvando siempre algo. En este caso, se salva la necesidad de dar y recibir afecto con nuestras queridas mascotas. Así que Dios guarde muchos años a perrinietos y perrinietas, que acompañan, ocupan y son el objeto que demuestra que ¡una reeducación ciudadana es posible! Gracias, guau o miau. Feliz verano infernal y vacaciones para quienes tengan aún esa posibilidad. Y ojalá puedan decir que alguien los trata como a perros y, sin embargo, no los dejan tirados como a perros.