El 17 de diciembre de 1985 la Asamblea General de las Naciones Unidas publicó una Resolución invitando a conmemorar todos los años, cada 5 de diciembre, el Día Internacional de los Voluntarios para el Desarrollo Económico y Social, al tiempo que se exhortaba a potenciar y hacer patente a toda la sociedad la importante contribución de las personas voluntarias al desarrollo, tanto en el ámbito local como en el nacional o internacional.

En el mundo globalizado y en continuo cambio que vivimos, el voluntariado ocupa hoy un lugar fundamental en la atención social porque, paradójicamente, cuanto más global es el entorno, más se reduce nuestro pequeño cosmos; nuestras relaciones son más limitadas y nuestras necesidades primordiales más desatendidas. Es en esta esfera, primero en la más cercana a cada uno, donde el esfuerzo de los voluntarios cobra importancia: apoyando y difundiendo los valores humanos de cooperación, cuidado y servicio para que cada individuo pueda ejercer sus derechos y responsabilidades en su propia comunidad.

Se atribuye a Confucio una máxima que bien ilustra la esencia de la persona voluntaria: «el hombre que mueve montañas empieza apartando pequeñas piedras». Piedra a piedra, hito a hito, cada uno según sus aptitudes o conocimientos, puede contribuir en el ámbito donde desarrolla su labor de voluntariado para hacer crecer el grupo, encontrar soluciones a los retos comunes y favorecer los logros individuales que orientan los Objetivos de Desarrollo Sostenible y la Agenda 2030, una fecha que cada vez vemos más cerca, y a la que hay que llegar con todo el éxito que el esfuerzo de cada uno permita.

Estrenado el milenio, en 2001 la Declaración Universal del Voluntariado apoyaba el derecho de toda persona a asociarse libremente y a hacer voluntariado sin importar su origen étnico y cultural, religión, edad, sexo o condición social; resaltando el derecho a ofrecer libremente el propio tiempo, talento y energía a otros a través de la acción colectiva e individual, sin expectativa o recompensa financiera. La Declaración reconocía en las personas voluntarias dos características muy importantes: su fuerza creativa y también mediadora.

Creatividad, porque hoy más que nunca las organizaciones que se nutren del voluntariado se han de enfrentar a importantes trabas económicas, políticas o incluso legales; ante ello, la capacidad personal, la inquietud intelectual, la empatía o la resiliencia juegan un papel imprescindible ante los retos a que se enfrentan.

Y de otro lado, la capacidad mediadora es básica ante conflictos, desigualdades o situaciones en que se requiere encontrar equilibrio y solidaridad. Aunque el voluntariado no es un fenómeno nuevo en España, ya que a lo largo de la historia se cuentan experiencias de apoyo mutuo, solidarias o asistenciales entre iguales -no caridad ni beneficencia-, ha cambiado considerablemente en los últimos años, vinculado muy directamente a asociaciones y organizaciones no gubernamentales. Su acción está regulada legalmente por la Ley de Voluntariado de 2015. Cada vez más, y sobre todo tras los duros años de pandemia, el trabajo de las personas voluntarias se muestra como eficaz y necesario.

Por otro lado, el voluntariado ha resultado ser, -a la par que intercambio mutuo y enriquecedor de experiencias, de trabajo y apoyo entre iguales-, un instrumento de participación ciudadana en los diferentes niveles de edades, utilizado ya como herramienta en diferentes políticas públicas estatales. En 2015, la Plataforma del Voluntariado en España cifraba en 3,5 millones de personas los ciudadanos de nuestro país que desarrollaban esas labores. Una cifra nada despreciable.

Fundación por la Justicia cuenta en su equipo con la presencia activa de voluntarios, que enriquecen desde diversas aportaciones la acción de nuestra organización, ofreciendo también proyectos de voluntariado social para participar en actuaciones concretas y puntuales, siempre dentro de la orientación que informa la acción diaria de la Fundación: la Justicia y los derechos de los otros.

Con ello hacemos nuestra, este 5 de diciembre, la cita atribuida a Eduardo Galeano: «Mucha gente pequeña, en lugares pequeños, haciendo cosas pequeñas, puede cambiar el mundo». Desde las venas abiertas de América Latina, desde cada rincón donde se pide, se necesita o se sufre, el pequeño esfuerzo de cada uno moverá montañas.