Mirador

Año electoral

Imagen de archivo de las Corts

Imagen de archivo de las Corts / Miguel Angel Montesinos

Gustavo Zaragoza

Gustavo Zaragoza

Se suele utilizar esta forma de señalar cuando se convocan elecciones locales o al gobierno de la Nación, pero en esta ocasión, en el periodo que ahora estamos comenzando, el término adquiere una dimensión mayor ya que más de la mitad de la población del planeta va a estar convocada a las urnas. Cerca de cuatro mil millones de personas estamos llamados a depositar nuestro voto, por tanto, hay algo que nos une y es la posibilidad de situar nuestra confianza en aquella propuesta de gobierno que más se aproxime a nuestras expectativas respecto al futuro que queremos. Es cierto que las circunstancias en cada una de las circunscripciones son muy dispares, no es lo mismo el proceso electoral para el Parlamento europeo que las elecciones en Rusia, en la india o en Estados Unidos, pero todos ellos tienen un elemento común, la decisión que finalmente resulte de los votantes nos va a afectar de manera muy considerable en nuestras condiciones de vida, tanto personal como colectivamente.

Este es el punto de partida con carácter general, pero además de las consecuencias locales, es evidente que nos enfrentamos a un momento crucial en el orden mundial, ya que, según qué resultados se alcancen, en según qué territorios, la repercusión puede tener un carácter global o suponer un impacto importante en amplias zonas del globo.

Además, esta curiosa coincidencia que supone la llamada colectiva al voto se produce en un momento plagado de paradojas. Una de las más relevantes es el surgimiento de posiciones electorales estrechamente ligadas a la falta de creencia en lo que significa la esencia de los procesos democráticos y únicamente guiados por el afán de hacerse con el control de las estructuras de poder. Posiciones totalitarias, envueltas en un mensaje populista que enmascara las auténticas pretensiones de los candidatos, que utilizan algo en lo que no creen para imponer prácticas que nada tienen que ver con las reglas de la democracia.

Si en todo momento es importante la concienciación acerca de lo que significa el derecho al voto y las consecuencias de un uso sereno, maduro y responsable, es ahora especialmente relevante, Es preciso estar por encima de los cantos de sirena, eslóganes llamativos, o propuestas inaplicables pero que suenen con una música seductora para amplias capas de la sociedad y que solamente pretenden una envoltura dulce de un mensaje muy amargo. Corremos el riesgo de que propuestas tan sencillas como falaces a problemas complejos nos conduzcan a sistemas de gobierno que se dedican a socavar la democracia desde sus propias instituciones. Una de las consecuencias más dañina es la polarización, algo que ya estamos percibiendo en una escala que va creciendo y, también, la imposición de un determinado tipo de prebendas y ventajas para grupos selectos frente al interés de la mayoría.

Conviene ser consciente de lo que nos espera, de lo que está en juego, de la importancia que tiene y que va a tener el aleteo de la mariposa del voto a miles de kilómetros de distancia y, una forma de combatir sus consecuencias negativas, es afinando la elección en cada una de las circunscripciones en la que nos corresponde depositar la papeleta.

Los ciudadanos tenemos, en junio, la posibilidad de impulsar el proyecto europeo, un modelo de convivencia que ha sido capaz de generar el mayor entramado de bienestar de la historia. Frente a esta forma de entender la convivencia, se presentan alternativas segregadoras de vuelta a fórmulas que ya fracasaron y, además, fueron el germen de luchas constantes en las que las fronteras han servido de acicate para ser utilizadas como línea de separación y, en demasiadas ocasiones, como elemento que justifica el enfrentamiento. Más que nunca el voto va a resultar crucial, gran parte del bienestar y de los derechos que disfrutamos están originados por este acuerdo que no solamente es una apuesta de futuro, sino que ya puede entregar resultados positivos que nos han permitido un tránsito mucho más llevadero en momentos tan duros como la crisis del COVID y sus consecuencias. La Europa social que dio origen a la unidad todavía no está plenamente desarrollada, y resulta una obviedad que sin la unidad de todos los afectados difícilmente se va a avanzar en búsqueda de esta meta. Los riesgos para el avance social están más presentes que lo han estado nunca, la buena noticia es que todavía el resultado final depende de nuestra decisión.