Reflexiones

Inteligencia gala

El futuro tecnológico nos va a caer muy grande. ¿En qué va a ser? ¿En qué va a consistir? Probablemente personas que vivirán más, pero unas personas prefabricadas que tendrán que trabajar más porque tendrán que alimentar a más viejos, a menos niños y a los que no trabajen, que serán muchos. En una especie de conductas manejadas por órdenes o folletos, porque no tendrán mucho tiempo para leer, para saber cómo se tiene éxito, cómo se construye una casa, cómo se tiene amigos, cómo se conquista una mujer, cómo se divierte uno más y como todos leerán y utilizarán los mismos folletos, las relaciones serán muy fáciles, pero muy aburridas. Y por otra parte la inteligencia natural será sustituida por inteligencias artificiales que ayudarán a la gente no a conseguir la felicidad probablemente, sino a ayudarles a pasar el tiempo». Estas son algunas de las perlas que pronunció Antonio Gala hace ahora treinta tres años en el programa Ratones coloraos de Jesús Quintero. Describe al dictado las diferentes aristas de la vida actual. Su profecía, su proyectar sobre lo que iba a ser la realidad, ha enraizado en nuestra vida cotidiana. Un modelo social asfixiante que se alimenta de la inmediatez que cada día se presenta como un maratón con infinidad de compromisos y objetivos que cubrir y cumplir y que, al día siguiente, ya se han olvidado porque nuestros afanes del momento los han triturado.

¿Qué futuro tiene una sociedad donde las personas jóvenes consideran que independizarse es una auténtica utopía, una misión imposible? ¿Somos conscientes del daño que nos hacemos al imposibilitar que las generaciones jóvenes cojan el testigo del porvenir? ¿Resulta todo asumible? ¿Es sostenible una sociedad envejecida que tiene más demanda de atenciones y cuidados y en la que cada vez haya menos personas jóvenes? ¿Quién lo va a financiar? De estas cuestiones nadie habla. Andamos enredados y engañados en debates que sólo afectan a unas determinadas cúpulas y élites políticas. No lo olvidemos. Los medios de comunicación invierten el tiempo en analizar y tratar las prioridades de las agendas políticas, pero no las necesidades reales de las personas, las de carne y hueso, las que padecen las vicisitudes de una sociedad tan compleja como la nuestra.

Hoy todos consumimos y hacemos lo mismo. Resulta extravagante, incluso irrisorio, observar a la ciudadanía con los mismos gestos y hábitos. Lo que podríamos llamar la sociedad del AirPods Pro, todos con sus pinganillos, con las miradas siempre dirigidas al suelo mediatizadas por una pantalla obviando lo que tienen más cerca, los que les circunda como a las personas con las que se encuentran. Estamos anestesiados frente a lo que tenemos más cerca. Nos hemos convertidos, pues, en robots dirigidos por las notificaciones digitales de consumo en busca de gratificaciones automáticas que puedan publicitarse a ojos de los demás. La vida privada ya no existe. Todo tiene que ser compartido para indicar que estoy vivo: publico, luego existo. Y al momento, a otra cosa, porque hacemos tantas cosas que hemos perdido la capacidad de retener, de hacer memoria y recordar lo que vale la pena, aquello que nos construye y nos constituye.

Y si no teníamos suficiente, las inteligencias naturales, las inteligencias humanas van a tener que convivir con una inteligencia artificial cuyo fundamento está en el poder absoluto de crear realidades que ponen en jaque una de las palabras más importantes de toda civilización humana: la verdad. Ya no sabemos si lo que escuchamos, leemos y tratamos es de puño y letra o de un poder que lo crea todo en tiempo real sin esfuerzo, implicación y compromiso. La cultura y la educación, y no sólo por la irrupción del chat gpt, tienen ante sí unos de los desafíos más importantes porque adultera la posibilidad misma de la creación y la originalidad que promueven el progreso ético, humano y moral. No se trata de renegar de los avances de la inteligencia artificial, se trata de situarla en su justo lugar y medida. La inteligencia Gala, la suya y la mía, jamás podrán ausentarse de resolver aquello que nos envuelve y supera y que ninguna otra inteligencia podrá hacer: nuestra vida.