El próximo día 14 el Boletín Oficial del Estado publicará la disolución formal del Congreso de los Diputados y del Senado. Ese día los 32 diputados y senadores electos de la Comunitat Valenciana, excepto una media docena que pertenecen a las diputaciones permanentes de ambas cámaras, perderán su condición de parlamentarios activos y comenzarán a percibir únicamente la «asignación constitucional», unos 2.000 euros, aproximadamente la mitad de su salario, hasta el día 9 de marzo, jornada electoral de la que surgirán los nuevos parlamentarios de la IX Legislatura. Ese mismo día será una fecha para la nostalgia en la agenda personal de varios diputados y senadores, todos ellos del PSOE, porque ya conocerán a ciencia cierta que no van a repetir como candidatos o serán colocados en las listas en puestos de difícil reelección. Los socialistas cerrarán definitivamente sus candidaturas el próximo sábado, día 12, en un comité federal que servirá oficiosamente de arranque de su particular campaña electoral.

La nostalgia - tal vez también algún sentimiento añadido - afectará a Clemencia Torrado y Agustín Jiménez, en Alicante, y a Ricard Torres, María Antonia Armengol y Segundo Bru en Valencia. Esto no es bueno ni malo, sencillamente tiene la ventaja de que con cierta anticipación cada cual ha podido recibir el año nuevo con conocimiento de causa y escribir sus particulares cartas a los Reyes Magos, lo cual siempre es de agradecer. Sin embargo, en el entorno de los parlamentarios del Partido Popular los brindis de Nochevieja se habrán realizado bajo la sombra de la incertidumbre y las cartas a sus majestades de Oriente llenas de tachones y correcciones: la gran mayoría de ellos todavía tardarán varios días más en conocer qué suerte política les deparará el futuro. Por ejemplo, Federico Trillo: lo más probable es que repita como diputado, pero ¿seguirá encabezando la lista por Alicante?; ¿quien será el número uno por Valencia?, ¿y el dos?; en Castelló, ¿quién acabará decidiendo el nombre del cabeza de lista?, ¿repetirá Miguel Borrachina?. Y una de las preguntas con más morbo: ¿dónde logrará colocarse finalmente Eduardo Zaplana?.

La dirección nacional del PP, o mejor dicho Mariano Rajoy y su círculo de colaboradores, no sueltan prenda. Es más, su silencio se interpreta como una baza para asentar su poder interno en el partido y en el futuro grupo parlamentario, por lo que pueda ocurrir a partir del 10 de marzo próximo. Otro tanto, aseguran quienes están pendientes de la fumata blanca, le sucede al presidente Camps, quien de paso mantiene en vilo al pleno del Consell por si aprovechando que el Pisuerga pasa por Valladolid se mete a cambiar el alicatado de su Ejecutivo. En consecuencia, tenemos al personal del PP en un `¡ay!´ y a sus parlamentarios de la Comunitat Valenciana, salvo Pedro Agramunt, Ignacio Lázaro, José María Michavila - «yo voy de dos, seguro, por Valencia», dixit - y muy poquitos más, en un sin vivir, lo cual resulta tremendamente incómodo a la hora de conciliar el sueño reparador, tan necesario para los cuerpos y las conciencias. Esa situación no se despejará en cuestión de horas ya que se anuncia que hasta dentro de unos diez días no habrá resolución a las incógnitas. Esa sí que es una pesada cuesta de enero.