Estos son algunos de los testimonios recogidos en el foro de levante-emv.com creado en 2007, en el 25 aniversario de la pantanada. Si deseas añadir el tuyo, puedes hacerlo en el nuevo foro creado con motivo de los 30 años.

A. PUIG. Polinyà de Xúquer

Una ola interminable que no dejó de crecer

Solo con el tiempo he apreciado el valor de la lección de lo que viví en esos días con 18 años. Soy de Polinyà de Xúquer y allí sabíamos que venía agua, pero jamas sospechábamos la envergadura que tomó. No existió información y esperábamos como en tantas otras veces y en el peor de los casos un palmo de agua en algunas calles. Pero al entrar la noche llego una ola interminable que no paraba de crecer. Mi madre lloraba pues aquello no parecía tener fin. Cuando por fin bajo el nivel aparecieron los helicópteros del Ejército y la gente hacía cadenas humanas para descargar alimentos y ropas. Luego no olvidaré a la gente de Albalat de la Ribera, Riola y Sueca que en tractores llegaban en grandes cuadrillas a echar una mano y aún hoy no dejo de emocionarme al recordar la ayuda que nos dieron cuando tanto, tanto, la necesitábamos. A todos ellos, al Ejército y a muchos anónimos voluntarios gracias de todo corazón.

XIMO CARDONA FONS. Càrcer

Les indemnitzacions del govern foren de risa

Sóc de Càrcer i tenía sis anys. Encara tinc un trauma. En ploure un poc em pose nerviós. Recorde aquell matí. Plovia molt i els meus pares només tingueren temps de pujar la TV i algo més.A la nit avisaren que pujarem al més alt que hi havia perill que es desvordara el Xúquer. Allí dalt passarem la nit la familia Cardona i els Guarner, veïns nostres tapats amb un plàstic i una barra de pa per a tots. Casi dos metres. A mitja nit feren 'bando' per- que ens anàrem del poble que venia la pantanà. Gràcies als radioaficionats ens pogueren avisar a temps per poder eixir del poble. Tinc la imatge grabada com tot el poble pujava cap a la serra, a peu pel magatzem. Jo vaig dormir dins d´un caixó de taronges. Després com que estava tot perdut i allí no podiem viure anarem a Sumacàrcer on vivien els meus iaios. Allí passarem uns messos fins que poguerem tornar. No teniem res ni negoci, ni feina, res. Recorde que l´ajuda que ens donà el govern era de risa, però hi hagué de gent que es féu ric.

REME CORRAL. Jalance

Recuerdo a las víctimas de Cofrentes

Tenía 12 años. Vivía en Jalance y mi padre trabajaba en la nuclear de Cofrentes. Por el puente que llega a la nuclear, el agua se había llevado un autobús con trabajadores dentro. Fueron las pri- meras víctimas. Yo pensé en mi padre que a esas horas se iba a trabajar pero no comprendía como un riachuelo que no cubría más que un palmo podía arrastrar un autobús. A mitad de la mañana el director del colegio llamó a una furgoneta del pueblo para que nos llevara a casa. Cuando llegamos a la altura de lo que llamábamos las Arenas ¡qué horrible! era todo como un mar de barro. No había huertas. No había nada más que agua. Vimos a un hombre calado hasta los huesos que se dirigía hacia nosotros ¡era mi padre! Yo pensé que había salido del autobús arrastrado, pero había estado ayudando (como el resto de trabajadores) a sus com-pañeros. Llegamos a casa, y mi padre rompió a llorar. Había visto impotente como el agua se tragaba a personas sin que ellos pu- dieran hacer nada. Murieron varios. Un recuerdo para todos ellos y sus familiares.

EMILIO LLORENS SARNEGUET. Valencia

La gente pedía agua y comida al Ejército

Yo fui uno de los primeros soldados que entró en Alzira con comida y ropa. Estaba a punto de licenciarme. Soy de Valencia y era conductor de un Pegaso 3045 cargado de bolsas de comida y ropa que cargamos en Manises. El convoy llegó a Alzira por caminos reventados por las aguas. Entramos en Alzira al amanecer con lluvia y frío. Nunca lo olvidaré. Miles de pollos de una granja de Avidesa chillaban. La población empapada de agua y barro, helicópteros bajando y subiendo, una excavadora con un ataúd en su pala, barro y mas barro. Lo mas impactante fue cuando subimos a La Muntanyeta con nuestra carga y la gente se nos tiraba encima del camión pidiendo agua y comida. Las bolsas de supervivencia volaban entre las manos de personas desesperadas. Nunca olvidaré ese amanecer, ese día, el miedo en las caras de los niños, de sus padres, de los ancianos. Gente que había perdido todo de un día para otro. Mi amigo Ángel estuvo, como yo, en Alzira. Nunca hemos oído hablar de la labor que el Ejército hizo en Alzira.

FERMÍN PALACIOS CORTÉS. Valencia

Cartillas para los damnificados

El entonces Gobierno Civil me comisionó para que, junto con 36 alumnos de la Facultad de Derecho que cursaban tercero, cuarto y quinto de carrera, elaborásemos las Cartillas de Damnificados de La Ribera. Acudimos con una absoluta precariedad de medios y entre la manifiesta enemistad de Gobierno Civil y Ayuntamiento de Alzira. Fuimos recibidos „los quince días que duraron nuestros servicios„ de manera ofensiva y entre abucheos. Trabajamos gratia et amore y ni siquiera se nos ofrecieron desayunos para los estudiantes que soportaron con estoicismo todo tipo de presiones. Elaboramos más de 10.000 cartillas de damnificados y fuimos testigos de situaciones de puro egoísmo y falta de humanidad.

A pesar de todo cumplimos la misión encomendada por el Gobierno. La única cartilla que no se diligenció fue la de la Confederación de Trabajadores Independientes con sede en Pedro Esplugues, 129, bajo, (entidad cuyas oficinas fueron barridas por las aguas) por ser yo Secretario General de dicha entidad. Por decencia. Sería interesante saber „yo no lo recuerdo„ quienes fueron los 36 alumnos de Derecho que prestaron conmigo, de forma desinteresada sus servicios en medio de enfrentamientos políticos tras las elecciones de octubre de 1982 que habían dado el poder al PSOE. Hoy seguro que son empresarios o políticos competentes. Desinteresados y honestos demostraron ser.

JUAN JOSÉ J. SORIANO Algemesí

"Sacamos el barro del colegio con las manos"

Tenía 9 años. Una de las anécdotas que recuerdo es que los alumnos de los padres Escolapios mirábamos el patio llenos de pena porque el barro no nos permitía jugar. Empezamos a quitar el barro con nuestras propias manos con la fuerza que nos daba la ilusión de poder volver a jugar al fútbol. Sin embargo, siempre que pienso en la pantanada del 82 se me ponen los pelos de punta al pensar en la desgracia de mi propio padre. Toda la ilusión de una vida, todos los esfuerzos, todos los sueños arrastrados por millones de litros de barro. El agua levantó y desplazó bidones que pesaban una tonelada. Los que pesaban 200 kilos tuvimos que ir a recogerlos a kilómetros de distancia. Mi padre murió en 1989, antes que los damnificados vieran el dinero de las subvenciones del Estado. Con estas líneas quiero decirle a mi padre, que sé que me escucha cada día, que le dieron la razón y el Estado acabó pagando. Gracias.