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Abrir puertas, derribar fronteras

Abrir puertas, derribar fronteras

El repaso a la presencia en los diarios del siglo XIX del Juego de Pelota- pues así se denominaba al deporte que se jugaba en calle, a Banca o a Galotxa, o en trinquetes, certifica que se trataba del deporte más popular entre las gentes. La presencia de miles de espectadores en los desafíos de Benifaió y de Ondara, los grabados, o las primeras fotografías de partidas en las calles, sellan aquella hermosa realidad. Una diversión que, sin embargo,perdió fuelle por varias razones. La aparición del ciclismo, del boxeo y sobre todo del fútbol, a principios del siglo XX, se unió a la progresiva despoblación rural y el crecimiento de una sociedad urbana que se volcó con nuevas aficiones promocionadas desde la prensa. Observar los diarios del siglo XIX y compararlos con los que se editan en la década de los años veinte, en los que ya existen secciones específicas de deportes, demostrará la progresiva prevalencia de juegos que, además, supieron estructurarse en competiciones que cautivaron los sentimientos de pertenencia. Los jóvenes de las ciudades empezaron a tener como ídolos a los futbolistas o a los boxeadores. No digamos a partir de los años cincuenta y sesenta cuando la radio y la televisión llevaron hasta los últimos rincones la afición por el fútbol.

Sólo un movimiento enraizado en el romanticismo, a finales de los años setenta, recuperó en algunos lugares el viejo juego de pelota, ya denominada como «valenciana» prácticamente desaparecido. En València, en tierras vascas, y en otras pocas regiones europeas se conserva el viejo deporte apegado al sentimiento de identidad. Pero ese sentimiento no es suficiente para motivar a aquellos que están alejados de ese sentir o simplemente tienen ofertas múltiples y ni necesitan ni les atraen las tradiciones. Y sólo desde la experiencia de lo vivido con otros deportes en otros tiempos cabe plantear soluciones. ¿Alguien conocía el tenis antes de Santana? ¿Atrae el tenis a millones de espectadores cuando juegan un partido intrascendente, o sólo cuando el español Rafa Nadal se juega el título de Roland Garrós ante un extranjero? ¿Interesa el Tour a las masas si no hay un Delgado, Indurain o Contador?

De ahí la importancia de los duelos que arrastren sentimientos de pertenencia de unos pueblos contra otros, de unas regiones contra otras, de unas naciones contra otras. De ahí que los duelos internacionales de pilota interesen a nivel general, mediáticamente hablando. De ahí la importancia que a nivel estatal tendría el fomento de una modalidad en la que todos pudieran participar, una modalidad que uniera. Y que eso se trasladara a nivel internacional. Ese sería un camino para, con los años, y con la ayuda de medios audiovisuales que mostrasen una imagen de modernidad, consiguiera extender el conocimiento y quizás la práctica de este deporte. Pero para eso se necesitan compromisos, ayudas y generosidades, exigencias que tropiezan con excesivos recelos, con miedos infundados a perder lo propio. Quizás lo propio no pueda salvarse sin abrir los ojos al mundo.

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