Las calles de Benimodo se han convertido en un museo al aire libre. El descubrimiento inesperado de un nuevo retablo cerámico devocional ha completado una colección superior a la decena que hacen del paseo por la localidad ribereña una visita al arte de los siglos XVIII, XIX y XX, con ejemplares de gran valor y peculiaridad. La nueva obra dedicada a Sant Vicent Ferrer es de alrededor de 1830 y de un profesional conocido como «El pintor de la Conquesta». Es esa una terminología que etiquetó el profesor Josep Lluís Cebrián para poder clasificar las obras existentes en las calles de Benimodo.

Uno de los ejemplares más valiosos es el dedicado a los Sants de la Pedra (Abdó y Senén) y datado en 1790. Está confeccionado con veinte piezas pequeñas que sin embargo dan lugar a un gran retablo que buscaba la protección de los santos en el mundo de la agricultura. Ya en el siglo XIX (pero a principios) se configuraron y colgaron en las calles de Benimodo otros dos, como el plafón cerámico de la Mare de Déu del Carme y el del Cristo de Zalameda. Cuentan, como el nombre indica, con un fuerte simbolismo religioso. De hecho, el primero muestra a la Virgen y a Jesús ofreciendo escapularios a dos ánimas que emergen de las llamas del purgatorio. El segundo citada se encuentra en la Plaça Machí y fue configurado en el primer cuarto del siglo.

La excursión artística se puede desplazar después a la calle l'Alcúdia, donde se encuentra el plafón dedicado a los dolores de Sant Josep, que representa la huida a Egipto. También es de 1790, por lo que es de los más antiguos de todos los datados. Hay que recordar que todos los artistas eran desconocidos y por lo tanto se desconoce la autoría de muchos más allá de referencias artísticas que permiten vincular unas obras con otras.

En el número 47 de la calle Sant Antoni se puede visualizar la obra de Sant Antoni Abat, de los primeros años del siglo diecinueve. Todas las obras son recogidas y explicadas por el cronista Rafael López Andrada en su historia sobre Benimodo, dos completos volúmenes en el que no se pierde detalle desde la prehistoria hasta la actualidad. También analiza otro plafón en la calle Bertí al Cristo de Zalamea, así como los dos con referencias a Santa Bárbara (uno en la calle que lleva el nombre de la santa y el otro situado en el Carrer Sant Vicent). Por último, y a excepción del que se acaba de descubrir, existen tres más, dos de ellos dedicados a Sant Felip Benici y otro a Sant Bernat Màrtir. Uno de los primeros se encuentra en las dependencias de la casa consistorial.

Búsqueda de amparo celestial

La religión católica contaba con una influencia clave en la sociedad del siglo XVIII y XIX, lo que provocó que vecinos con recursos económicos se volcaran en la reconstrucción de iglesias y ermitas o la edificación de homenajes a santos o a la Virgen María en sus casas particulares. A menudo, las clases subalternas recogían dinero entre los diferentes vecinos de una calle para pagar entre todos y todas los retablos cerámicos que ahora hacen de Benimodo un museo al aire libre, ya que se conserva una docena.

Con el paso de las décadas, esta muestra callejera de devoción se convirtió en un arte con un lenguaje propio de gran originalidad y color, como recoge López Andrada en sus volúmenes sobre la historia del municipio benimodino. La intención no era otra que proteger las casas o las calles de las numerosas desgracias que acechaban al vecindario en una época de recursos económicos limitados, al menos entre las clases más bajas de la sociedad. Hambrunas, inclemencias meteorológicas o enfermedades se propagaban en los años y la fe llevaba a los vecinos a intentar buscar la protección de los santos.