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Majo Pascual

«El Alzira FS femenino aspira a tener un equipo en cada categoría»

Pese a que colgó las botas en el año 2015, Majo Pascual ha vuelto al equipo de su ciudad natal para jugar y entrenar a sus 37 años

Majo Pascual se desempeña como técnica y jugadora. | RAÜL AMAT

Empezó con 14 años en Alzira y desde entonces ha mantenido su idilio con el fútbol sala temporada tras temporada. Majo Pascual (1983), maestra de profesión, ha jugado en Primera y Segunda División. Es entrenadora de fútbol sala nivel III, el título específico más alto que se puede poseer. También ha sido seleccionadora autonómica de la federación valenciana. Ahora, actúa de entrenadora-jugadora en el Salones Carlos Valiente Alzira FSF de la Lliga Promoció Valenta.

¿Cómo era para una niña jugar al fútbol sala en los noventa ?

Era complicado. Yo era la única chica del colegio que jugaba y eso te marca un poco, hasta que encuentras un grupo donde sentirte integrada. Eres «la que juega». Solamente el hecho de regatear a algún chico jugando, por ejemplo, era motivo de burla para él.

¿Y en 2021?

Afortunadamente está más normalizado, aunque queda mucho trabajo por hacer todavía para tumbar ciertos estereotipos de género. Ahora les dices a las niñas que ellas también pueden jugar al fútbol sala y te miran como diciendo: «pues claro, lógico». Eso es buena señal, aunque queda trabajo, sí.

¿Por qué el fútbol sala?

Entré en el fútbol sala porque jugaban mi hermana Sonia y mi prima Lourdes. Me gustó. También me dijeron que no lo hacía mal y a partir de ahí lo compaginé con el baloncesto, que era a lo que jugaba. Estuve federada en ambos. Lunes y miércoles, baloncesto, y martes y jueves, fútbol sala. Recuerdo, incluso, que me intentaban arreglar horarios para que pudiera ir a los dos partidos el fin de semana. Pero llegó un momento en que precisaba más tiempo para los estudios y tuve que elegir. Que me convocaran para la Selección Valenciana cadete me hizo decantarme por el fútbol sala.

Tuvo que marcharse, ¿no?

Cuando llegué tenía 14 años y el resto de compañeras eran algo más mayores. Recuerdo que era un equipo potente, pero no había relevo generacional y se fue deshaciendo ante la escasez de jugadoras. El equipo femenino fue muy importante para el club en los noventa, pero no hubo base y por eso tuve que buscar alternativas para seguir jugando fuera de Alzira.

Ha vuelto a casa, ¿qué le motiva?

Lo que me gustaría es que no le pase a nadie lo que me pasó a mí. Que cualquier niña de Alzira que quiera jugar al fútbol sala pueda hacerlo. Además, volver a casa y que el club se vuelque con el fútbol sala femenino, que te den facilidades para lo que necesites y ver que poco a poco va creciendo, es muy satisfactorio.

¿Qué objetivos tiene el club con la base femenina?

Nos gustaría llegar a tener un equipo femenino en cada categoría. Acabamos de arrancar hace unos meses con este proyecto y, además, con la pandemia no hemos podido hacer el trabajo de difusión que requiere. Aun así, estamos satisfechas. Tenemos 15 niñas que están entrenando muy bien. La mayoría no había jugado nunca y, poco a poco, van dejando detalles interesantes. Lo ideal sería hacer grupos con edades menos espaciadas para igualar fuerzas y, sobre todo, que puedan competir.

Y con el senior…

El club lo recuperó hace unas temporadas. Ahora estamos en la Lliga Promoció Valenta. Poco a poco vamos ganando experiencia. Estaría muy bien dar el salto a Autonómica y consolidarnos ahí. El siguiente paso es la Segunda División, pero ese salto es mucho más agresivo. La clave, si queremos optar a ello en un futuro, es seguir trabajando la base.

Colgó las botas en 2015, pero las ha vuelto a recuperar.

Esa temporada conseguimos el ascenso a Primera División en Elche. Ahí dejé de jugar. Disfruté de la máxima categoría ya desde el banquillo, como segunda entrenadora. Luego entrené al juvenil y, bueno, ya no se me pasaba por la cabeza volver a la pista. Esta temporada pensé que desde dentro podría ayudar algo más y me volví a calzar las zapatillas.

¿Y cómo es volver a jugar?

Ya no corro como antes, la verdad (risas). En realidad, siempre te quedan retales de ganas de jugar, aunque también me gusta mucho entrenar. Ahora estoy a gusto, el grupo es muy sano. Somos un equipo muy unido. Me hubiera gustado delegar la tarea de entrenar a otra persona, pero es un año muy complicado por la pandemia y lo hemos solventado así.

¿Qué futuro le espera al fútbol sala femenino?

Creo que tiene ingredientes para seguir creciendo. No hay que pretender equipararse con nada, ni nadie. Simplemente seguir trabajando y conseguir el hueco adecuado. Además, también está ganando en visibilidad. En nuestro caso, por ejemplo, tenemos a Salones Carlos Valiente, en el senior, y Mondolimp, en la base, como patrocinadores específicos. Eso indica que las empresas también se van volcando con los diferentes proyectos. Queda mucho por recorrer, pero la clave está en no parar de andar.

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