Decenas de botellas esparcidas por el suelo. Vasos de plástico. Algunos derramados, otros vacíos y unos pocos apoyados en los bordillos, como si alguien se hubiera tenido que marchar repentinamente sin poder apurar la última copa. Papeles y colillas de cigarros mezclados con bolsas de hielo que servían para refrescar los tubos con los que centenares de jóvenes se ambientaban antes, durante y después de las discotecas. Son los restos de una fiesta, la que se organiza casi cada día en la zona donde está previsto el desarrollo del llamado PAI de ocio de la playa de Gandia, al otro lado de la carretera Nazaret-Oliva y en el entorno del supermercado Mas y Mas. Es, actualmente, el «botellódromo oficial».

La presión policial en las zonas de ocio del casco urbano de la playa gandiense no ha hecho desaparecer el problema del todo. Ha descendido, es cierto, pero también lo ha trasladado, en este caso a una zona que genera menos molestias a los vecinos pero que supone un quebradero de cabeza para algunos propietarios.

Uno de ellos denunciaba ayer a este periódico la situación con la que se encuentra cerca de sus parcelas. «He tenido que vallar una parte porque se me colaban a hacer de todo», denunciaba. Desde mantener relaciones sexuales, hasta hacer sus necesidades o consumir droga. «Esto parece 'teledroga'. Todas las sustancias que se quieran encontrar, seguro que están aquí», indicaba este propietario visiblemente indignado con lo que está pasando.

Explica que, aunque la situación se agrava en fin de semana, en verano se repite también muchas veces de lunes a viernes, «sobre todo durante las horas en que están abiertas las discotecas», denunciaba. La de Gandia es una playa viva, donde hay ambiente casi cada día durante los dos principales meses de verano.

La Policía Local lleva varios años luchando de forma decidida contra el botellón. En el parque del Clot de la Mota, donde hace años se concentraban miles de jóvenes a beber, con las molestias que ello causaba a los vecinos, ya no se ve aquella imagen. Lo mismo ocurre en muchos otros lugares. Quienes llegan a Gandia para divertirse, sin embargo, no se resisten a cambiar de espacio, por ello buscan lugares donde puedan desarrollar su actividad sin llamar tanto la atención.

Mientras tanto, los agentes que vigilan la playa siguen con su complicada labor de intentar erradicar por completo estas prácticas. No solo el botellón, también el ruido en pisos o la calle o los coches discoteca. El pasado fin de semana, de hecho, las diferentes patrullas impusieron 252 multas por contravenir la ordenanza de convivencia cívica.

En concreto, fueron 72 actas por comportamiento incívico dentro de la vivienda particular, 119 por generar ruido en la calle y 10 por los coches que se encontraban aparcados con las puertas abiertas y la música a todo volumen. Además se sancionó a 13 personas por orinar en la vía pública, nueve por hacer botellón, 17 por venta ambulante y 12 más por varios aspectos.

El actual Gobierno del PSPV y Més Gandia lleva tres años intentando acabar con estas prácticas que consideran que generan mala imagen de la playa. Pese al trabajo que se está haciendo, sobre todo desde el departamento de Seguridad Ciudadana y especialmente por parte de la Policía Local, se está encontrando con la dificultad para acabar con una práctica que llevaba enquistada desde hacía muchos años.

Una muestra de este trabajo es la lucha contra las despedidas de soltero que pueblan laplaya, a las que cada vez se pone más coto por parte de los agentes.

En este tiempo, el sector turístico también se ha mostrado dispuesto a quitarse de encima el lastre que supone el que Gandia sea concebida como una ciudad donde pasarlo bien sin límite está permitido y está apostando cada vez más por la excelencia.