¿Tiene Gandia Castillo? Es cierto que Bairén no es a Gandia lo que el castillo de Corbera, o incluso el más próximo a nosotros, el de Cullera, en los que la ciudad está al abrigo del castillo.

Bairén con su castillo, albacar y pequeña población en su ladera, desaparece como tal cuando se construye Gandía convirtiéndose en una ermita -de Sant Joan- y, si acaso, la sede de una pequeña guarnición.

En menos de medio siglo la ruina de sus muros se ha hecho evidente. Hoy aparecen como una cresta desmochada en un promontorio semiesférico.

El descuido es manifiesto: el trazado de la carretera con un nudo incomprensible que ha arrasado la mayor parte de la pequeña población que se situó en la base del albacar y la implantación de una línea de ferrocarril incapaz de crear un acceso a la fortaleza, pues sólo se pensaba en el polígono industrial, fueron acciones decisivas.

Pero reconoceremos que la compra por el Ayuntamiento del conjunto -castillo y promontorio- fue una acción positiva, al igual que la redacción de un Plan Estratégico de calidad y la declaración de Bien de Interés Cultural de Bairén.

Desde entonces las actuaciones municipales recientes no puede decirse que hayan sido especialmente lúcidas: el conjunto permanece abierto al expolio y saqueo de los restos, se implantan líneas eléctricas en el montículo, una franja de hormigón aparece coronando el ruinoso muro sur, una escuela taller poco adecuada para abordar un reto patrimonial como el que les ocupó y una excavación de la que no se conocen conclusiones, que dejan amontonados cajones de material por clasificar. Para llegar al momento en que un alcalde sin consenso y sin permiso de los organismos que defienden nuestro patrimonio coloca unos focos y un generador que duran apenas un mes.

El Ayuntamiento de la pasada legislatura, del que formé parte, decidió, perdón, decidimos, abordar con seriedad y rigor el tema de Bairén. Había llegado el momento de compaginar historia, paisaje, medio físico y arquitectura poniendo en valor el conjunto para disfrute de la población y dar valor añadido al turismo de sol y playa, conformando un equipo pluridisciplinar excelente, formado por los mejores profesionales que hoy actúan en el territorio valenciano: Josep Gisbert, número 1 en arqueología, Alba y Rafael Soler, quienes más y mejor conocen la técnica del tapial, y Benjamín Pérez, experto medioambiental bajo la coordinación del arquitecto municipal Fernando Mut.

Pronto, y en la demagogia que acompaña los procesos electorales, apareció una propuesta increíble. En línea directa con la inconsistencia del antiguo alcalde, al que me honra haberme enfrentado para eliminar el nepotismo y conseguir así un gobierno moderado para la ciudad, el concejal «ciudadano» propuso la construcción de un teleférico desde la playa hasta el monumento. La ignorancia de la legislación sobre el patrimonio y la insensibilidad por el paisaje, que se alteraría definitivamente con las infraestructuras necesarias para la puesta en funcionamiento del teleférico, convertirían Bairén en una broma pesada más propia de un país tercermundista que de una ciudad culta y amante de sus tradiciones como aspira a ser Gandia.

Hoy las obras, sin teleférico, están en proceso de contratación. Les damos la bienvenida.

Pero no cantemos victoria pues las sombras siguen cerniéndose en torno a nuestro maltratado castillo. La adjudicación de las obras se realizará valorando en un 75% la propuesta económica, como si el patrimonio se subastara: en fin, es resultado del poder de la burda burocracia funcionarial. Por otra parte, sería necesario mantener al actual equipo y que el área de patrimonio no lo desmantelara por intereses políticos cayendo en los errores de anteriores alcaldes.

Bairén no ha tenido la suerte que exige la riqueza de la Gandia de antes de Gandia. Esperemos que una vez concluidas las actuaciones, el viandante, preguntado por el castillo de su ciudad, se sienta orgulloso de él y se deshaga en elogios contando las maravillas de ese lugar de Gandia llamado Bairén. Quien pierde sus orígenes, pierde su identidad. No los perdamos.

Con ello habremos logrado nuestro común objetivo.