En esta serie de columnas en torno a la influencia de los meteoros en acontecimientos históricos volvemos al frente oriental en la 2ª Guerra Mundial. Aquí, los pronósticos meteorológicos se convirtieron en arma de guerra y los meteorólogos en los más eficaces soldados, haciéndose merecedores incluso de condecoraciones. En diciembre de 1942, Zhukov, miembro del Alto Mando soviético en Stalingrado, pidió un pronóstico de temperaturas buscando días con espesor suficiente de hielo en el Volga como para soportar tanques. Un T34 pesaba 30 toneladas y exigía un espesor de hielo de 50 centímetros. Del lado alemán, en diciembre de 1942 se autorizó la retirada del ejército del Cáucaso. La opción más rápida era cruzar el golfo de Taganrog, en el mar de Azov. Para comprobar los pronósticos de hielo en el golfo, el coronel meteorólogo Dr. W. Klopp aterrizó con una avioneta. Su éxito mejoró la reputación de los pronósticos entre el alto mando alemán. Una estación meteorológica alemana en Kerch registró mínimas de -12'7 ºC. Los pronósticos también fueron muy tenidos en cuenta en una de las acciones más importantes de la contienda. En enero de 1945, la ofensiva soviética del Oder-Vístula lanzó 2,200,000 soldados y 4,500 tanques. Para hacernos una idea, en el desembarco de Normandía participaron 200,000 soldados, apenas el 10% y 2,000 tanques y cañones. A la operación había destinados 5,000 aviones que no participaron porque el ataque se adelantó una semana sin esperar al mejor pronóstico, para presionar a las tropas alemanas enfrascadas en la Batalla de las Ardenas, en el frente occidental. La célebre contraofensiva alemana también se diseñó con pronósticos, buscando un período de más de cinco días con niebla y nubes bajas para evitar el apoyo aéreo de los aliados.