En los últimos años han proliferado los nuevos índices modificados de confort para analizar los efectos de las temperaturas y otras variables meteorológicas como la radiación solar, la velocidad del viento, la humedad relativa, en el confort térmico humano y cómo varía en las ciudades, donde el cambio climático sumado a la isla de calor urbana provoca más estrés térmico durante las olas de calor.

El índice de disconfort de Thom de 1959 que tenía una ecuación determinada ha cambiado su ecuación en este siglo XXI para hacer más realistas los intervalos de sensación térmica de calor y frío. Por ejemplo en el antiguo índice la sensación de frío tenía unos intervalos muy anchos que con el actual índice de confort de Thom han disminuido su rango. La investigación del confort bioclimático ha mejorado en las últimas décadas ya que no sólo han aumentado el número de índices de confort sino que se han hecho cuestionarios y encuestas a la población para ver cómo afecta la sensación térmica al confort térmico humano en un determinado día. Evidentemente no todas las personas tienen la misma sensación térmica ante unos mismos parámetros meteorológicos y los índices de confort deben adaptarse a este hecho.

Hay algunos índices como el antiguo de Thom que consideraban que con un valor del índice comprendido entre 24 y 26 el 50% de la población sentía disconfort por calor y con más de 26 era el 100% de la población que sentía disconfort por calor.