Las zonas interiores del sureste y este de España son las que tienen la amplitud diaria media más elevada de España. Los factores que explican este carácter extremo del clima son su aridez, con precipitaciones en muchos lugares inferiores a 300 mm, y la escasa presencia de vegetación, que favorecen las fuertes amplitudes térmicas, con valores superiores a 30 ºC en muchos lugares. El verano es la época del año en que tenemos una superficie más extensa afectada por amplitudes térmicas extremas. Las causas son la fuerte radiación solar, escasa nubosidad, baja humedad relativa y velocidades medias del viento inferiores en comparación con el resto del año. En cambio en invierno, aunque en general la amplitud térmica diaria disminuye en el conjunto de España, en los polos fríos tenemos fuertes amplitudes térmicas que ocasionalmente pueden superar los 30 ºC, siempre en el contexto de situaciones anticiclónicas, con poco viento y en hondonadas alejadas de núcleos urbanos. El efecto albedo de la nieve puede incrementar el enfriamiento térmico del Triángulo del Frío en el Sistema Ibérico y también la amplitud térmica. Así, por ejemplo, en algunos episodios históricos con temperaturas mínimas récord en lugares habitados, con valores de -30 ºC en Calamocha y -28 ºC en Molina de Aragón, alcanzados respectivamente los años 1952 y 1963, la temperatura máxima absoluta era relativamente alta, cercana a los -5 ºC. Por entonces la ampiitud superaba los 20 ºC.