Comienza el desconfinamiento. Así lo ha anunciado el gobierno. Mucha incertidumbre. Recuperación ¿intencionada? de la provincia como unidad territorial principal en este proceso. Comienza el calor. Posibilidad alta de rebrote por nuestro incivismo. Porque si el tiempo atmosférico ha influido en la expansión del virus ha sido por el calor. El calor anormal de febrero y de comienzos de marzo es clave para entender lo que ha pasado. Pero siempre como argumento complementario. Lo principal, la acción humana. Viajes, desplazamientos, vida social, calles y plazas repletas, actividades multitudinarias en aquellas fechas. Ahí está la clave. Y luego el efecto del contagio que cuenta con otra explicación principal para entender el mapa de los fallecimientos: la diversa distribución en el territorio del grupo de edad de personas mayores. Durante el encierro se ha producido una momentánea mejora de la calidad del aire y del agua. Pero también un nuevo record de presencia de CO2 en la atmósfera terrestre a nivel mundial. Y hemos asistido, por necesidad, al uso de derivados del petróleo de forma masiva en guantes, pantallas de protección, bolsas de basura. Y en la fase que ahora comienza, la mal llamada desescalada, se apuesta por el vehículo particular como medio más seguro para evitar los contagios. Llevamos años reclamando el necesario cambio de modelo económico, la necesidad de ser creativos y eficaces en el proceso de adaptación al cambio climático. En 2020 estamos casi igual. Me sorprende la reflexión defendida por algunos estos días según la cual la salida de esta pandemia nos aboca a un mundo mejor, sin los errores del pasado. En efecto, nada será igual, será peor. No estamos preparados para ningún cambio salvo para los que nos imponen por ley. Volverá la contaminación, las emisiones masivas, la transformación intensa del territorio, la despreocupación general por el medio ambiente. Nuestro modelo de sociedad no contempla otro horizonte. No está preparado. Y seguimos sin recambio posible a corto plazo. Es la victoria por goleada del «individualismo institucionalizado» que nos anunciaba Ulrich Beck hace años. Un sistema que se retroalimenta. El «yo» es lo principal. Lo mío es lo más importante. Salida de la pandemia sin argumentos ambientales para la esperanza.