Entrevista

Kenia García: "No digo que sea uno bueno, pero la prostitución es un trabajo"

La prostituta y activista Kenia García y la antropóloga Carmen Meneses dialogaron en Palma invitadas por la UIB

La investigadora narró su experiencia viviendo en prostíbulos

Kenia García.

Kenia García. / B. Ramon

Mar Ferragut

Al mundo académico e investigador se le acusa de vivir en una burbuja alejada de la realidad. No es el caso de Carmen Meneses, antropóloga especializada en prostitución ("la mejor investigadora sobre el tema del país", en palabras de Paloma Martín, profesora de la UIB) que no solo ha pisado el terreno (en su caso, los prostíbulos) sino que se ha quedado a vivir en cinco de ellos, compartiendo día a día con más de 120 mujeres.

Fruto de ese trabajo nació su último libro 'Viviendo en el burdel', que presentó en Palma acompañada por Kenia García, del colectivo Prostitutas de Sevilla: una mujer que desde 2013 ejerce la prostitución y que desde 2014 se define (en un acto que nace "de la rabia" pero que es político y razonado) como trabajadora sexual "merecedora de respeto y de derechos".

Así, el mundo académico y la vida real (en este caso, en el campo de la prostitución) se encontraron en el edificio de Sa Riera de la UIB, gracias a Paloma Martín, organizadora del ciclo Las otras experiencias de la prostitución: una perspectiva necesaria para su abordaje. Ambas, cada una desde su camino, coinciden en que la realidad con la que se encontraron al adentrarse en la prostitución no responde a lo que "el discurso hegemónico" transmite.

Meneses inició su aproximación a los burdeles partiendo del dato que la academia y "el discurso hegemónico" han dado siempre por bueno: el 90% de las prostitutas son víctimas de trata. Se encontró con que según su trabajo de campo una de cada diez lo son. Otra cosa, explicó, es la explotación sexual. Estimó que un tercio pueden ser víctimas de explotación sexual, aunque señaló que ellas perciben más una explotación laboral (que de repente les cobren más por la habitación, por ejemplo), pero que no pueden denunciar en ningún sitio.

Ambas se muestran contrarias al "abolicionismo punitivista" que se promueve estos días, razonando que aunque se ponga el enfoque del castigo sobre el cliente, siempre quien acaba penalizada es la mujer. "Se ve en Suecia, y en Francia, donde está teniendo unos efectos terribles", indicó Meneses. ¿Cuál es el modelo entonces: Alemania, con un modelo de regulación total? García razonó que no solo existen modelos abolicionistas y regulacionistas sino que hay más opciones, como por ejemplo "el referente" de Nueva Zelanda, donde se despenalizó la actividad y las trabajadoras se autorregularon. "Aunque no se puede simplemente copiar un modelo de otro país y ya está", señala García, "los políticos tendrían que centrarse en nosotros y poder elaborar una ley acorde a las reivindicaciones y necesidades que tenemos las mujeres que ejercemos aquí en este territorio".

Kenia García llegó hace 15 años de su Paraguay natal con un novio gallego: ese era "su proyecto migratorio" inicial. Se quedó sola y empezó a buscarse la vida en lo que pudo: como tantas otras mujeres, principalmente en el sector doméstico y de los cuidados. Estaba limpiando casas a 7 euros la hora y "cansada de trabajos precarios y con el cuerpo roto" fue cuando empezó a plantearse "huir" a la prostitución. García insiste en llamar la atención sobre este hecho: la relación entre la prostitución y la situación de la mujer en el mercado laboral. "No lo estamos relacionando lo suficiente", subrayó.

"Yo respaldo lo que dice Paula Sánchez [autora de 'Crítica de la razón puta']: digo que la prostitución es un trabajo, no estoy diciendo que sea bueno. Pero el sistema laboral en el que estamos reconoce los derechos si se nos reconoce como trabajadores. Y este es mi trabajo, mi proyecto laboral", reivindica García, que lamenta que se les "infantilice" y se les trate como "víctimas a las que hay que tutelar".

Para ella salir y reconocerse públicamente como prostituta fue "muy duro y violento". En su entorno hubo gente que se apartó de ella y después encima empezó a recibir "violencia social", por parte de, entre otros actores, el sector abolicionista que la criminalizó, acusándola de fomentar la trata y colaborar con proxenetas. Ahí se plasma de forma concreta y real un planteamiento de Meneses: "Ésa es la principal violencia que reciben estas mujeres y no otra".

Durante su diálogo, García y Meneses destacaron que regularizar esta actividad contribuiría a reducir la trata sexual (aunque también recordaron que existe la trata laboral y que no se pone tanto énfasis con esta cuestión) y consideraron que criminalizar al cliente (con sanciones y campañas de sensibilización) no ayuda a combatir esta lacra, ya que "los principales denunciantes son los clientes, según insistió la investigadora. Ambas señalaron también a la ley de Extranjería como parte importante del problema de la situación de muchas mujeres.

[object Object]

Además de Viviendo en el burdel, Carmen Meneses también ha publicado Intervención social con mujeres en prostitución y víctimas de trata, aportaciones y experiencias durante la covid, en el que narra la situación extrema en la que quedaron las prostitutas durante la pandemia (y sin recibir las ayudas que prometió el Gobierno). Su próximo trabajo versará sobre "la ruta" de las mujeres españolas que se van a ejercer la prostitución fuera. En Suiza (con un sistema regulado), ha visitado los clubes de Ginebra donde trabajan españolas con perfiles y motivaciones diversas (incluyendo proyectos empresariales o pagarse la carrera en universidades de pago). "Algunas ganan 30.000 euros en dos semanas", indicó la antropóloga, que cree importante poner sobre la mesa unas cifras que, como recordó Kenia García, las mujeres que se descantan por la prostitución tienen muy presentes: "En el sector más bajo el ingreso medio es de 2.000 euros al mes". Meneses añadió: "A mí no me gusta, pero gracias a la prostitución muchas mujeres sacan adelante sus proyectos y sus familias, y no todas valen para ello, yo las admiro", indicó, alertando sobre los discursos teóricos hechos "desde el feminismo de privilegios". 

Suscríbete para seguir leyendo