Salud mental

La realidad tras un diagnóstico de esquizofrenia: "Las etiquetas pesan como una losa"

Belén Germade comparte sus vivencias para combatir el estigma, visibilizar el déficit de recursos en la sanidad pública y reivindicar el apoyo familiar y de las asociaciones: “Gracias a ellos, vuelvo a encarar la sociedad de frente”

Belén Germade, en Culleredo, donde reside.

Belén Germade, en Culleredo, donde reside. / Carlos Pardellas

María de la Huerta

“Poder asimilar el diagnóstico de esquizofrenia fue todo un proceso que me llevó varios años, pero gracias a mi familia, y a los recursos que pude encontrar en organizaciones como Saúde Mental Feafes Galicia, me fui aceptando poco a poco y pude volver a encarar la sociedad de frente y no con la cabeza baja”. Belén Germade es de Culleredo, tiene 48 años y hace un lustro que le diagnosticaron esquizofrenia, una enfermedad mental grave y crónica sobre la que pesa un injusto y dolorosísimo estigma derivado, fundamentalmente, del desconocimiento. “Las etiquetas pesan como una losa, sobre todo, cuando se produce algún suceso y se vincula a un problema de salud mental, pese a que los casos de violencia protagonizados por personas con dolencias de este tipo son una minoría, pero claro, son los que aparecen en las noticias... y eso también hace más difícil aceptar el diagnóstico”, lamenta Belén, quien accede a compartir sus vivencias, en el Día mundial de la Salud Mental, para combatir el estigma, visibilizar la “demora diagnóstica” y el “déficit de recursos asistenciales” de Salud Mental en la sanidad pública, y reivindicar el apoyo familiar y de las asociaciones: “Si no fuese por mis propios mecanismos y por ellos, estaría en una situación crítica”.

"Poder asimilar el diagnóstico de esquizofrenia fue todo un proceso que me llevó varios años, pero gracias a mi familia, y a los recursos que pude encontrar en organizaciones como Saúde Mental Feafes Galicia, me fui aceptando poco a poco y pude volver a encarar la sociedad de frente y no con la cabeza baja"

Cuenta Belén que, en su caso, el diagnóstico de esquizofrenia llegó en 2018, aunque la enfermedad empezó a dar la cara “siete años antes”, cuando iniciaba su vida profesional como médica residente en un hospital de Barcelona. “Empecé a notar como si la gente tuviese algún problema conmigo, era muy suspicaz con cualquier tema que ocurriese a mi alrededor, como si todo el mundo estuviese concentrándose en todo lo que hacía, y pensando que todo lo que hacía estaba mal hecho. Nunca me había sucedido algo así, me sentía vigilada, espiada... y, aunque estaba en otra ciudad, en otra comunidad autónoma y rodeada de gente nueva, no era normal”, rememora Belén, a quien, “ya desde el primer momento”, aquello le “resultó extraño” porque “había estudiado esos síntomas de la esquizofrenia en la carrera de Medicina”. “Pero era mucho más intenso el síntoma que mi racionalización. Tanto, que no lo podía controlar”, resalta.

A raíz de esos primeros síntomas que ya le “preocupaban mucho”, Belén pidió ayuda “en varias ocasiones”, no obstante, “los médicos y los psicólogos” que la vieron “siempre los achacaban a que tenía ansiedad”. “Decían que era por el estrés de estar empezando a trabajar en una ciudad nueva. Para mí esa explicación no era suficiente, porque había pasado por situaciones de estrés muchas otras veces y siempre las había sabido controlar”, apunta, y refiere cómo la enfermedad “continuó avanzando, debido a que no estaba recibiendo ningún tratamiento acorde y apropiado”, y entonces “aparecieron las alucinaciones” que, “en un principio, no era capaz de reconocer bien” por ser “una manifestación de la esquizofrenia un poco diferente a lo que esperaba”.

“Empecé a tener conversaciones conmigo misma que derivaban a como si estuviese hablando con otra persona. Esto también se lo conté al psicólogo y a todos los profesionales que me estaban atendiendo en aquel momento, pero lo siguieron atribuyendo a la ansiedad. Incluso me vio un psiquiatra (que me dio una pastilla que luego me retiró porque me provocaba unos efectos secundarios bastante importantes) y tampoco le dio importancia, pese a que todo aquello afectaba ya mucho más a mi conducta y a mi comportamiento con los demás. Tanto, que comencé a tener discusiones con compañeros de trabajo y con mi hermano (con quien residía en aquel momento en Barcelona), pese a que habitualmente soy una persona con un carácter tranquilo, incluso tímida. El cambio de personalidad fue brutal”, señala.

La deriva de su enfermedad, sin diagnosticar y sin tratar, llevó a Belén a “abandonar el trabajo” y a apartarse “totalmente” de su familia. “Me desconecté de todo y pasé unos años dando tumbos y agotando los pocos ahorros que tenía mientras buscaba otro empleo. Como no me salía nada, me tuve que volver a presentar al MIR, porque perdí la especialidad, pero también me resultó muy complicado estudiar y preparar un examen tan duro como ese. Al final lo aprobé, pero me tuve que trasladar a Madrid y, como los síntomas continuaron, volví a tener problemas en el trabajo, me despidieron y, como ya estaba bastante agotada de ahorros y totalmente abandonada, empecé a pedir ayuda y envié a varios escritos a diferentes instituciones. Fue entonces cuando, desde el juzgado, me dieron una citación para hacerme una valoración psicológica, que derivó en mi ingreso en un hospital. A raíz de ese episodio, retomé el contacto familiar y, tres semanas después, tras recibir el alta hospitalaria, volví a Galicia, a casa de mis padres, ya con el diagnóstico de esquizofrenia”, recuerda.

"A nivel personal me resultó muy difícil aceptar el diagnóstico y asimilarlo porque me sentía inferior a los demás. Sentía que mi enfermedad me limitaba para hacer todo lo que yo quería, para cumplir mis sueños y mis metas… y pensaba que me iban a ver como un bicho raro"

“Me sentía un bicho raro”

por fin pude descansar porque desaparecieron todos los síntomasmi enfermedad me limitaba encarar la sociedad de frente y no con la cabeza baja volvía a ser dependiente de mis padres para todo

“Buscar ayuda de calidad”

Me costaba mucho abrirme a los demás porque me sentía muy apesadumbrada y aislada con el diagnóstico“orientación” para reinsertarse laboralmente

"Con Saúde Mental Feafes Galicia realicé varios cursos y talleres, en el marco de su programa de Orientación Laboral. A raíz de eso, cursé un ciclo de FP de Técnico de Laboratorio, para reinventarme con los conocimientos que tengo de Medicina, y este año me he presentado ya a unas oposiciones para intentar conseguir una plaza fija en la función pública"

Accede Belén a compartir sus vivencias, en el Día mundial de la Salud Mental, para “mostrar la realidad” a la que se enfrentan los afectados por dolencias como la que ella misma padece y contribuir a “combatir el estigma”. También para visibilizar la “demora diagnóstica” y el “déficit de recursos” de Salud Mental en la sanidad pública, y para reivindicar “el apoyo familiar y de las asociaciones”. A quienes puedan estar empezando a transitar el incierto camino que se abre tras el diagnóstico de una enfermedad mental, les aconseja “no dejarse llevar por los pensamientos y los sentimientos que notas cuando estás en crisis” porque, incide, “en ese momento no eres tú misma, es la enfermedad que está hablando”, y les invita a “pedir ayuda”.

“El proceso hasta que te diagnostican una dolencia de este tipo y consigues la estabilidad puede ser largo. A veces, incluso, hay que pasar por una especie de fase de ‘ensayo error’, de ir probando distintos tratamientos. Hay quienes se tiran así años y eso agota muchísimo. Yo encontré la estabilidad al principio, con el primer tratamiento, y fue todo muy rápido. En ese sentido, he tenido mucha suerte”, resalta esta cullerdense, antes de llamar la atención sobre “la importancia de seguir a rajatabla los tratamientos” y “buscar ayuda de calidad, a nivel profesional, social y familiar”. “Buscar a alguien en quien puedas confiar y que te diga también las verdades a la cara, porque a mí me faltó que alguien me dijese que lo que estaba haciendo estaba mal y que no se correspondía con la realidad”, apunta Belén, quien considera que “la actitud es muy importante también”. “A veces te sientes desesperado, piensas que no tienes ninguna otra opción, y sí la tienes. Puedes elegir cómo afrontar lo que estás pasando. Esa actitud es algo que se puede aprender y trabajar, y forma parte también de la salud mental”, subraya, y vuelve a insistir en el papel “fundamental” de las familias.

“Contar con un entorno que escuche, que apoye, es clave. La familia es lo que te rescata, realmente. En mi caso, si no fuese por ellos, estaría en la calle ahora mismo. Muchas personas que vemos que viven en la calle, de hecho, están afectadas por problemas de salud mental graves y crónicos"

“Le puede tocar a cualquiera”

La familia es lo que te rescata, realmentela trabajadora social se limitó a ayudarme a conseguir la incapacidad
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