Luis Ernesto B. B., el septuagenario encarcelado ayer por apuñalar hasta la muerte a su compañera sentimental de 31 años en Valencia, no sólo es un asesino machista confeso, sino que aparece como un homicida en serie: fue detenido en 1974 y 1979 por el homicidio de otras dos mujeres. Como tal, anunció en más de una ocasión la muerte de su última pareja, Gigliola Carlín Ruiz Vergara, asesinada en la madrugada del pasado miércoles en su piso de la calle Gregorio Gea.

Su única familia en Valencia, su hermana menor Claudia, explica que los episodios de maltrato y de acoso se han repetido "desde el primer día en que estuvo con él", aunque se multiplicaron cuando ella lo dejó, hace unos seis meses.

Fue un episodio "especialmente violento". Claudia y su novio, Toni, acudieron al piso que Luis Ernesto tenía alquilado en el barrio del Grao, en Valencia, después de que Carlín llamase aterrorizada a su hermana. Luis Ernesto trató de clavar unas tijeras a Claudia y después a Carlín. "Con los ojos saliéndosele, me miró y me dijo: "Si me la quitas, te vas a arrepentir y vas a llorar toda la vida". Ese día decidió matarla", recuerda su hermana entre lágrimas. Trató en vano de convencerla, entonces, antes y después, de que lo denunciara, pero Carlín se negaba. "Decía que le daba lástima, que él cambiaría y que ya no volvería a hacerlo. Si no hubiera sido tan buena y tan confiada, estaría viva".

Lo había conocido en 2007, al año siguiente de llegar a España. Carlín trabajaba en varias casas como asistenta y cuidando a personas mayores. Una amiga le dio un día el teléfono de Luis Ernesto porque él buscaba alguien para limpiar en su casa. Al poco, le alquiló una habitación en el piso de Gregorio Gea y un tiempo después comenzó la relación.

Los meses siguientes, fueron un suplicio. Carlín se fue a vivir al Port de Sagunt con su hermana y el novio de ésta. Pese a la distancia y la discreción, Luis Ernesto la localizó. "Creo que tenía a gente siguiéndola". El acoso fue a más. Llamadas, amenazas. ""Es mía, es mía", nos decía". En ese momento, Carlín trabajaba en un bar de Paterna, y el viaje diario desde Sagunt en transporte público era una odisea, así que buscó una habitación en el piso alquilado de su mejor amiga, en el distrito de Abastos. Pero Luis Ernesto logró alejarla de la amiga "y malmetió entre ellas hasta que riñeron". Consiguió que Carlín se fuese a vivir al otro piso que el homicida tenía alquilado, el de la calle Gregorio Gea.

La mató nada más subir al piso

Claudia y su novio, Toni, no lo sabían, pero ella no vivía sola en esa casa, como les decía a ellos para tranquilizarlos. El que sería su verdugo llevaba un tiempo instalado en ese piso cuando ella regresó con él, apenas un mes antes de su muerte. La noche en que la mató, Claudia había pasado todo el día con su hermana Carlín. Por la mañana, la acompañó a la revisión médica de una operación de mama reciente y luego pasaron la tarde juntas. Toni se les unió a última hora de la tarde y los tres se fueron a cenar a un restaurante de una cadena de comida americana en Valencia.

Al terminar, la acompañaron al piso de la calle Gregorio Gea donde creían que vivía sola. "Yo quise subir y quedarme con ella. Tenía una mala sensación", se lamenta Claudia, "pero me dijo que no hacía falta". Era la una y media de la madrugada pasada. Carlín subió a casa. La esperaba Luis Ernesto. Él declararía un día después ante la policía que había bebido y que discutieron, y que zanjó la riña cogiendo un cuchillo de la cocina que le clavó varias veces en el pecho. Los vecinos escucharon golpes y voces, pero nadie llamo a la policía. Apenas eran las dos. Carlín murió en el pasillo de la casa, cuando intentaba alcanzar la salida.

A las dos y veinte de la madrugada, su hermana la llamó una y otra vez al móvil para decirle que ya había llegado y saber de ella. Ya no obtuvo respuesta. La preocupación se convirtió en un dolor desgarrador cuando la policía le comunicó al día siguiente lo sucedido.

Entre tanto, el asesino confeso había dormido en el domicilio y, a la mañana siguiente, siguiendo su rutina habitual, había bajado a la calle. Tras comprar un cupón de la ONCE, hizo señas a un coche patrulla del Cuerpo Nacional de Policía y se entregó. Esta noche pasada ha sido la primera de las muchas que pasará tras las rejas de una celda de la prisión de Picassent.

"Ahora sólo pienso en mandársela a mi madre"

Claudia apenas ha dormido desde que supo de la muerte de su hermana. A sus 24 años, y con el incondicional apoyo de su novio, un joven del Port de Sagunt que no se ha despegado de ella ni un minuto -"ya sólo nos falta que lo echen del trabajo por esto"-, la joven ha tenido que hacer de tripas corazón para volcarse en la repatriación del cadáver de Carlín. "Ahora sólo pienso en mandársela cuanto antes a mi madre". No será fácil. El consulado boliviano cubre el traslado desde Madrid a La Paz, pero el embalsamamiento y el viaje hasta la capital española corren por cuenta de Claudia, cuya precaria situación económica la ha empujado a abrir una cuenta para recaudar fondos (2077-0009-92-1602433213). Hoy han convocado una concentración en su memoria a las 18 horas en la plaza del Ayuntamiento de Valencia.

Fue detenido por matar a dos mujeres en Mallorca y Murcia

Tenía 37 años y residía en Mallorca cuando Luis Ernesto B. B., un uruguayo afincado en España, fue detenido por el primer homicidio que se le ha imputado. El juzgado de Valencia trata ahora de averiguar las circunstancias de aquél crimen -la víctima fue también una mujer- y si Luis Ernesto fue condenado por ello.

Es poco probable, puesto que sólo cinco años más tarde, la policía lo detenía de nuevo, esta vez en Murcia, por el asesinato de otra mujer. Eso sucedía unos meses después de que se hubiera casado con una jienense en Linares, con la que se trasladó a vivir a Cartagena y que se divorciaría de él en enero de 1983. Según la sentencia de divorcio, en ese momento el presunto asesino en serie se encontraba "en paradero desconocido". La policía nacional y el juzgado tratan ahora de averiguar si realmente estaba fugado o si, por el contrario, cumplía pena en prisión por alguno de los crímenes por los que fue detenido y fichado en 1974 y 1979, y el juzgado que dictó el divorcio no pudo localizarlo.

Se negó a declarar ante la juez

La confesión, el jueves pasado ante la policía del que sería su tercer crimen, el de Carlín, se tornó sin embargo en silencio a su llegada, ayer, al juzgado de guardia de Violencia sobre la Mujer. Luis Ernesto se acogió a su derecho a no declarar y rechazó ser examinado por el forense. La comparecencia duró poco. La fiscal pidió prisión incondicional para el reo y la juez así lo decretó. La hermana de la víctima aguardó toda la mañana en el juzgado para conocer esa decisión. "Fíjate", reflexiona, "ella está ahí, a cien metros, en el sótano, congelada; pero yo estoy aquí para darle mi calor. Él ya se ha ido a la cárcel".