Tres hermanos de 5, 6 y 11 años fueron testigos el lunes por la noche de cómo su padre, de 55 años, intentaba matar de 15 cuchilladas a su madre en el valenciano barrio de Benicalap. Es, sin duda, el episodio más grave que han vivido, pero no el único. Los tres han crecido viendo cómo su padre, Vicente C. H., "maltrataba psicológicamente, amenazaba e insultaba a su madre", que vivía "acobardada" y completamente acorralada, aunque nunca había denunciado.

La víctima, Marta León, de 35 años, permanece ahora ingresada en la UCI del Hospital General de Valencia, adonde llegó a las nueve y media de la noche del lunes a bordo de un SAMU y medio desangrada. "Ha tenido mucha suerte", coinciden los médicos. Llevaba 15 cuchilladas -algunas de ellas, por fortuna, sólo cortes- en la cara, los brazos y en el cuello. Fue en éste donde su marido le causó presuntamente la herida más grave: la lesión estuvo a punto de seccionarle la yugular.

El ataque se produjo horas antes de que Marta denunciase, por primera vez en sus once años de convivencia, los continuos episodios de malos tratos que vivía. Y también horas antes de la cita fijada con su abogado para presentar definitivamente la demanda de divorcio en un juzgado de Valencia.

"Hace dos semanas", explica el padrastro de Marta, Eusebio Salvador, "ella ya no aguantó más. Cogió a la niña, de 11 años, y se vino a esta casa". La vivienda era demasiado reducida para albergarla a ella y a sus tres hijos, así que optó por dejar a los dos pequeños, dos chicos de 5 y 6 años, "con el padre, en el piso del barrio de la Fuensanta donde vivían".

No quiso a los niños

Pero el padre no quería saber nada de ellos. Se los devolvió, literalmente. "Los trajo y los dejó aquí abajo, en el patio". Marta intentó llevárselos otra vez y, ante la nueva negativa, "se los intentó dejar a la abuela paterna, que los rechazó. Luego los cogió la hermana de Vicente, hasta que finalmente éste aceptó que vivieran con él".

El lunes por la noche, Marta regresaba a casa de su madre y su padrastro, en el número 14 de la calle Gonzalo Ramiro Pedrer. Iba con un amigo con el que apenas había llegado a quedar "dos o tres veces" y su hija de 11 años. El acompañante aparcó en el callejón de enfrente. Fue la niña quien vio a Vicente, que venía con sus dos hijos y un perro.

Los estaba esperando. Vio a Marta y se abalanzó sobre el coche. Rompió el cristal y empezó a apuñalarla. Llevaba un cuchillo de 24 centímetros de longitud, doce y medio de hoja, que le clavó donde pu?do. Ella salió corriendo y trató de llegar a casa de su madre. La hemorragia se lo impidió. Cayó desplomada junto a un contenedor, a dos metros del portal. Los vecinos acorralaron a Vicente, que se quedó quieto, junto a la pared, hasta que llegó la policía. Había tirado el cuchillo a pocos metros de él. Dos o tres personas acudieron en ayuda de Marta. Uno de ellos incluso le hizo un vendaje de compresión que posiblemente le salvó la vida.

Mientras, su hija de 11 años había ido corriendo hasta el portal y "empezó a llamar y llamar como una desesperada al timbre. Cuando contestamos, dijo: "Iaia, iaia, que papá ha matado a mamá, que la ha matado". Yo ya se lo había dicho la noche antes: "Un día te va a matar". Pero Marta me contestó que no eso no iba a ocurrir...", lamenta Eusebio.

La pareja bajó. "Mi mujer se desmayó nada más ver a su hija y yo ni siquiera la reconocí. Estaba cubierta de sangre. Hasta los niños traían las zapatillas manchadas de sangre cuando subieron a casa. Pero no han dicho ni una palabra. Sólo juegan".

"Le decía que aguantara, que tenía hijos..."

Marta León empezó su noviazgo con Vicente hace once años, y hace cuatro se casaron. "Siempre le ha hecho la vida imposible. La tenía atada, amargada, acobardada. Ni siquiera le daba dinero para alimentar a los niños. Mi mujer iba todas las semanas y le llevaba un paquete con comida. De eso los iba alimentando", explica Eusebio. Y agrega: "Estaba comido por los celos. No la dejaba vivir. Le obligaba a bajar las persianas de casa para que nadie la viera desde fuera; le daba 10 minutos para hacer la compra; apenas la dejaba salir a la calle; la insultaba constantemente llamándole "puta" y otras cosas parecidas. Siempre menospreciándola. Era un martirio. Y los niños lo veían todo, claro...".

Sin embargo, Marta no llegó a denunciar nunca ese infierno. La madre, Amparo, "le decía que aguantara, que tenía hijos pequeños y que no tenía trabajo. Él era albañil. "Aguanta, hija, aguanta", le decía".