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«Era un vividor pero con un corazón que no le cabía en el pecho»

«El Pelailla», como era conocido por todos Miguel Veses, llevaba con orgullo el apodo que había heredado de su padre. El fallecido, que procede de una generación de horneros, vivía actualmente de las rentas ya que tenía alquilados varios pisos en el municipio, el antiguo bajo del horno y algunas plazas de aparcamiento. Con ello podía costearse sus aficiones e incluso le daba para invitar a propios y extraños, según sus conocidos, quienes en alguna ocasión ya le habían advertido de que no fuera por ahí dando muestras de ostentación y mostrando fajos de dinero tras cobrar los alquileres. «Era un vividor pero con un corazón que no le cabía en el pecho», asegura uno de sus amigos. «A veces la gente se aprovechaba de él, de lo buena persona que era, para sacarle las perras», apunta otro. «Era generoso a más no poder y a su lado nunca te faltaba de nada», apunta Laura. «En cualquier momento te esperas que entre por la puerta», añadía Emilia, la dueña del bar donde justo el día en el que fue encontrado su cadáver había quedado para almorzar. I. C. llíria

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