­Cambiar la toga y el mazo por la libreta y el boli. Esa era la idea del curso «Visión práctica de la información en los medios de comunicación» organizado por el Tribunal Superior de Justicia de la Comunitat Valenciana (TSJCV) para que jueces y magistrados se aproximaran a la labor periodística. Durante el pasado jueves, Pedro Viguer, juez decano de Valencia, y Jesús Gómez, magistrado de la Audiencia Provincial de Alicante, se pegaron a dos redactoras de Levante-EMV para observar en primera persona, como unos periodistas más, las rutinas y los escollos que vive cualquiera que se dedique a la sección de Sucesos y Tribunales.

Alrededor de las 10.30 horas, Pedro Viguer se calza los zapatos de periodista. Se le hace entrega de una libreta en la que apuntará todo lo que llame su atención. Pocos minutos después parte junto a la redactora y el fotógrafo hacia Xirivella, localidad en la cual el día anterior había habido cuatro detenciones en el marco de un supuesto ajuste de cuentas entre dos bandas de traficantes. La idea es recabar la máxima información posible sobre los detenidos y, si es posible, cazar alguna imagen durante el registro policial que se efectúa en una de las viviendas de los arrestados. «Hay muchas horas muertas, ¿no?», se pregunta el decano, tras llevar más de media hora esperando en el portal de una finca a que algo suceda. La ausencia de un bar cercano en el que poder tomar un café mientras se mira de reojo el domicilio obliga a aguardar de pie.

Algunos vecinos miran con sospecha al magistrado, probablemente pensando que es policía y no periodista. Viguer se mantiene en todo momento expectante, esperando a que ningún verdadero agente o abogado le reconozca. Sería difícil explicar su presencia. El registro policial, que se alarga en demasía, obliga a cancelar los planes de visitar los gabinetes de prensa de la Policía Nacional y la Guardia Civil para «pescar» temas. Los horarios interminables y el trabajo de campo llaman la atención de Viguer, que recuerda sus días de juez en Ibiza donde en cualquier momento le llamaban para levantamientos de cadáveres en los lugares y horas más insospechados.

Mientras, en la ciudad de la Justicia de Valencia, el magistrado Jesús Gómez Angulo, con 25 años de jurista a sus espaldas, confiesa que le hubiera gustado ser periodista, por eso se apuntó sin dudarlo a la propuesta del TSJCV. Al desarrollar su trabajo habitualmente en la Audiencia de Alicante, su anonimato estaba más o menos garantizado. Aunque algún conocido se topó en su periplo como «plumilla» por el edificio.

«Yo que me paso el día sentado...»

Hay dos juicios señalados en la Audiencia de Valencia. Parece que va a ser un día tranquilo y, por lo menos, habrá dos noticias que llevar a la redacción. Pero una de las vistas se suspende, avisa un agente judicial. Y la otra se celebra para llegar a una conformidad.

La realidad se impone de forma aplastante. «Hay que buscar alguna noticia más€ No podemos llegar a la redacción con un juicio aplazado y una conformidad de tres meses de cárcel», se le advierte al magistrado. Así que a media mañana comienza el peregrinaje por los pasillos de la Ciudad de la Justicia para intentar rascar alguna noticia más. El magistrado sólo se sentará diez minutos escasos a lo largo de la mañana para tomar un cortado. El resto del día se pateará arriba y abajo las instalaciones en busca de un auto de apertura de un PA (un procedimiento abreviado) contra un empresario que ha cazado al vuelo durante una conversación en medio de un pasillo.

Tiene la noticia pero no la información exacta. Así que a partir de ahí inicia una ronda de visitas al juzgado para conseguir el número de diligencias, al gabinete de prensa para conseguir el auto y a la Fiscalía para obtener la calificación fiscal del juicio. Pero ninguna gestión sale a la primera y, en algún caso, se topa con la negativa de un secretario judicial a facilitar el auto, a pesar de que es público si ya ha sido notificado a las partes.

El magistrado no da crédito de las patadas que hay que dar para conseguir un simple «auto de apertura de PA». Al final sólo logrará que la Fiscalía le facilite la calificación. De camino aún intenta que le atienda un fiscal en su despacho. «Hoy no puede atenderos. Ya tendrá que ser la próxima semana».

Y así acaba la mañana. «Madre mía, estoy reventado. Yo que me paso todas las mañanas sentado€ ¿Esto es siempre así? ¡Cuántas patadas hemos tenido que dar para conseguir una simple calificación fiscal!», comenta con la periodista.

Ambos jueces participan de la reunión de Primera (en la que se deciden los contenidos que irán en la portada) por la tarde. Aprenden a «cantar» los temas, «pintar» la página (diseñarla), seleccionar las noticias que van «mandando». Les fascina la jerga. Sus opiniones son escuchadas e incluso alguna de sus ideas se ve plasmada en la primera página del día siguiente. «Me ha sorprendido el debate que se genera con cada noticia, los filtros que pasa», comenta Viguer. «No pensaba que fuera tan duro. Aunque la información parezca sencilla hay que dar muchos pasos para confirmarla», explica Gómez Angulo.

Los jueces echan el «cierre» pasadas las ocho de la tarde, cuando los teclados de la redacción bullen. Salen conscientes del papel fundamental de los medios de comunicación y de que es necesario que la justicia estreche lazos con ellos.